jueves, 31 de diciembre de 2009

Se va, se va, ça va.

En apenas tres horas, este año termina. Un año nefasto por muchas cosas, pero a la vez positivo en otras tantas. Realmente pobre para este pobre blog. Lo siento mucho, donrosco. Pero es demasiado tarde, y nada de lo que haga en estos breves minutos podrá cambiar eso. Ni hablar. Ya y mañana será otro día, y otro año, lleno de retos y cosas para ver hacia adelante. Grande y jugoso. Espero que nos traiga mucho de lo bueno a todos (excepto a algunos cuantos que no lo merecen). Por este conducto, les deseo a todos una conclusión de la década muy satisfactoria, con felicidad, familia y amigos en armonía. El 2010 será un buen año, ya verán. Un abrazo a todos.

jueves, 15 de octubre de 2009

Regreso a las mismas


Ante el constante recordatorio de muchas personas (incluyendo mi propia conciencia), he decidido volver a escribir algo. ¡Cómo cuesta trabajo reanudar lo que se dejó mucho tiempo atrás!
En fin, supongo que no tiene caso contar todo lo que ha pasado en este tiempo; así pues, me dedicaré a contar lo que pasará en unos cuantos días.
En cosa de 48 horas, estaré de nuevo tomando un avión, después de 8 meses exactos, una jornada extremadamente larga y tediosa, literalmente los días más largos de mi vida, de algo así como 40 horas. Efectivamente, me ilusiona mucho volver, ver a mi familia, comer garnachas, sentarme al sol en el jardín trasero, dormir en mi cama y todo eso. Pero a la vez, estoy nervioso de lo que será llegar por primera vez a mi casa con un vacío muy grande. Supongo que me caerá el veinte de una vez por todas, y eso me aterra.
Otra cosa muy positiva, que parecerá insignificante para quienes no la hayan experimentado, quizás hasta absurdo, es poder hablar español con la gente a mi alrededor. En verdad que cansa estar hablando en inglés todo el tiempo. Y qué inglés...
Un aviso: no pretendo dejar de escribir este blog. Aunque a estas alturas tal vez sea yo su único lector. No me importa. Ahora, además de escribir, algo que siempre he disfrutado, tendré la oportunidad de compartir los frutos de mi recién adquirido pasatiempo: la fotografía. Y vaya que estoy alborotado: presiento que ella ha sido la gran culpable de que haya pasado tanto tiempo sin escribir.
Pero espero no tener que elegir en el futuro. Voy a tomarme FOTOS escribiendo en la computadora. Eso sí que sería una gran pendejada, ¿o no? Mejor dicho, acompañaré mi balbuceo con fotos de mediocre calidad y cuestionable mérito artístico. Así será mucho más divertido. Al menos para mí.
Los insultos siguen siendo bienvenidos, por supuesto.

sábado, 25 de julio de 2009

Messier, sexier

Así es, el desmadrito aquel del virus ya quedó. Tuve que formatear mi comPUTAdora, y aunque al final pude respaldar toda mi información (y lo que más me importaba, la música), todo sigue siendo un desmadre por el momento.
Ahhhh, casi todas las portadas de mis discos desaparecieron, y aun hay mil cosas que actualizar y reparar, pero bueno, todo será un proceso que al menos me mantendrá entretenido.
Como sea, eso no es de lo que quería hablar, pues justo ahora me encuentro embelesado con una cerveza absoultamente exquisita, y no podía ser para menos: yo mismo (junto con un par de entusiastas) nos encargamos de hacerla. Finalmente, pude llevar a cabo una fantasía que tenía muchos años en standby. Y es que en México nunca pude conseguir los insumos necesarios para poder hacer mi maldita cerveza casera, algo que resulta ser muy común en Australia, o al menos muy accesible. Lamento no poder (o más bien, no querer) dar detalles del proceso y todo ese blablabla que seguro a muy pocos interesa, pero lo importante es que toda la paciencia ha cosechado frutos, y ahora me encuentro enamorado del resultado.
Pero no hay prisa, esto es apenas un tentempié, ya después entraré en detalles, con fotos y todo. Porque esto es apenas uno de tantos temas que eventualmente habrá que discutir, y un pretexto más para ponerme al corriente con mi conciencia.
Hasta entonces.

martes, 14 de julio de 2009

El blogeo en tiempos de la influenza

Ha sido un periodo muy largo sin escribir nada, lo se, pero todo obedece a una penosa causa que me veo en necesidad de revelar: a mi computadora le cayo un virus nefasto que, en conjunto con mis falsas (y por demas, torpes) pretensiones de exterminador, propiciaron que por el momento no tenga acceso ni a windows. Ni a mi teclado en espanol, ni a todo lo demas. Espero que todo vuelva a su cauce en los proximos dias, porque vaya que hay cosas interesantes que contar. Y esta vez, con acentos.
Parece que nadie ni nada se salva de la pandemia...

jueves, 18 de junio de 2009

El fin, al fin

Ya casi, ya casi. Hoy fue mi penúltimo exámen. lo cual significa que muy pronto tendré el absoluto derecho de picarme la panza y esperar a que se imprima aquel codiciado papel que me certifica como master (of the universe, por supuesto). Fue una grata sorpresa, pues aunque era el examen que más me "preocupaba", siendo de economía y cubriendo algo así como 15 capítulos interminables, resultó ser mucho más accesible de lo que esperaba. Sí, definitivamente sigo pensando que la economía es pura mamada, que no describe para nada el mundo real, y que suele ser sólo un pretexto y un consuelo para los países primermundistas para explicar por qué están tan a toda madre mientras el resto del mundo está para llorar. Claro, todo lo explica la política monetaria y la cuenta corriente. Bah!!!

En fin, al menos ahora no me siento tan pendejo; incluso en algún momento podría sacar a relucir mis conocimientos de los principios Keynesianos...eso, claro está, si no los he olvidado para mañana al mediodía. Es que a las mujeres les encanta alguien interesante, con tema de conversación...

Hablando de otra cosa que tiene mucho y nada que ver, veo con frustración que justo ahora ir a Islandia es la mejor opción. Ahora sólo es muy caro (ya no prohibitivamente caro), pues justo su sistema bancario colapsó a raíz de la crisis, con lo que la corona islandesa (ISK) se devaluó más de 100 por ciento en cuestión de un par de meses. Lástima que estoy literalmente del otro lado del mundo, y que ir implicaría poco menos que vender un riñón...

Hace rato leía sobre un tipo que pensaba poner esta canción de Sigur Rós en su boda. Y después de escucharla unas cuantas veces, he quedado encantado con la idea… hasta pensé en robármela. Suponiendo, nuevamente, que i) me case, ii) que encuentre a una persona que no me cachetée cuando lo sugiera (no vaya a ser que quiera bailar timbiriche o una mierda similar, en cuyo caso YO sería el que tendría que cachetearla...), y que iii) esté dispuesta a pasar una luna de miel viendo la aurora boreal.

¿Será demasiado pedir? Probablemente sí…

Aunque teniendo el mismo rango que He-Man, todo podría pasar. Sólo el tiempo lo dirá.

martes, 9 de junio de 2009

El príncipe de los cocodrilos

Mucho pasa, aunque es difícil reencontrar el hilo de la escritura de nuevo. Me da vergüenza el ver lo poco que he escrito en épocas recientes, aunque he de decir que los pretextos se agotan pues en unas horas entregaré mi último proyecto del semestre...
Pero basta de escuela pues ya tengo suficiente con (casi) toda la gente que me rodea, obsesionada con las calificaciones y esas madres. Hay miles de cosas de las que preferiría hablar antes.
Curioso, cómo las cosas se mueven en espirales. Parecería que todo regresa a su punto de origen, aunque evidentemente en otro plano; nada es exactamente igual. Ahora casi todos los expatriados regresaron a México, y seguramente se reanudará la fase post-adolescente de todos (y la verdad qué envidia). En mi caso, ya son prácticamente once meses de estar en el exilio, y qué rápido ha pasado todo.
He descubierto una pasión oculta: la cocina. Y no, no me refiero a mi hábito de comer parado en la barra, sino al arte de cocinar. No podría estar más satisfecho con los resultados, y creo que los afortunados que han compartido mi mesa tendrán que convenir. Y cómo no, si más de una vez me he encargado de demostrar que la comida mexicana es la mejor del universo.

Por otra parte, mis greñas han ido poco a poco desapareciendo, ya estaba un poco cansado del desmadre que el pelo rizado implica; y creo que acerté pues el mullet es lo de hoy (y si no me creen sólo esperen a que estrenen la película de MacGyver). Lo único malo es que el invierno ya está oficialmente jodiendo y extraño mis orejeras naturales.

Para concluir, he de decir con tristeza que mi obsesión por llenar mi zune de música ha quedado en el olvido, en parte porque ya no me he dado el tiempo de estar bajando música. Qué tiempos aquellos de diez discos en una noche... aunque eso me ha hecho redescubrir todo lo bueno que ya tengo. Y vaya que es bastante.

Y vaya que he perdido práctica...

martes, 26 de mayo de 2009

Esa época del año (otra vez)

Conforme el semestre se acerca a su fin, la vida cambia para todos. 
Por una parte, uno se pone más tenso, preparando proyectos finales, tareas y los inminentes exámenes. Lo cual resulta hasta cierto punto aliviador: el final se ve finalmente cercano, y el "esfuerzo" se ve recompensado con miserables 70s de calificación, lo cual por acá significa distinction.
Pero la otra cara de la moneda es mucho menos agradable; cada vez ves menos a tus amigos, los temas recurrentes de conversación se centran más y más en la escuela, y por supuesto quienes sólo están acá por este semestre ya comienzan a hablar de su vuelta a casa y a mandar invitaciones para sus despedidas vía facebook.
Para acabarla de chingar, los días se van haciendo más fríos y cortos. Ahora obscurece alrededor de las 5 de la tarde, y eso que ni siquiera es invierno todavía. El gorro y los guantes se vuelven artículos indispensables en la indumentaria, y mi ropa térmica huele mal después de unos cuantos días de uso. 
Tanto por hacer en estos días, y tan pocas ganas...
Mi único consuelo es que en cosa de 1 mes podré ir de nuevo a snowboardear. Y espero que esta vez no me dé de cenar en el tobillo como la última vez.
Pero aún falta mucho para eso.

lunes, 4 de mayo de 2009

Back to Mine

Necesitaba tiempo, ideas e inspiración. Aunque últimamente no había estado en el mejor humor para escribir, no quiero que la luz de este blog desaparezca por completo.
La verdad es que se han acumulado las cosas, hay mucho material para escribir pero todo con calma.
Empezaré por decir que ha sido una semana de sentimientos encontrados, desde reuniones con amigos con cualquier pretexto, una película (Wolverine) que dejó mucho que desear, comida muy buena y mucho trabajo en equipo jajaja -supongo que eventualmente tendré que explicar mejor esto último-.
Con eso de que las listas están tan de moda, he pensado que es la mejor manera de resumir las enseñanzas que nos dejó este período:
  • South Park es la mejor caricatura por MUCHO, pero tantas referencias son peligrosas, se vuelve algo adictivo y excluyente. La gente puede llegar a pensar que uno es muy inmaduro.
  • Tengo un don para imitar a la gente. Eso ya lo sabía, pero acá nadie lo hace (son demasiado polite) y debo tener cuidado pues podría herir susceptibilidades.
  • Sydney es una ciudad realmente espectacular (y qué decir de sus mujeres...) y debería ir más seguido, definitivamente.
  • Las buenas personas pueden hacer cosas malas, si las circunstancias son propicias. En particular las que incluyen celos y frustración (ya luego verán por qué lo digo).
  • Amigos hay muchos, pero son pocos con quienes tienes una conexión especial. Voy a extrañar al desgraciado italiano Lillo, compañero de numerosas (y heróicas) batallas.
  • Si una mujer te pide honestidad, no siempre significa eso. También puede significar que no quiere enterarse de lo que podría no gustarle. Y como yo soy muy honesto y además no sé mentir, que se aguanten.
  • Ser mexicano en Australia abre muchas puertas. No entiendo por qué no la apliqué desde un inicio.
  • Mi nombre suena mucho más chingón en español y a la gente le gusta más (aunque no lo puedan pronunciar). Se dice Rodrigo, no Roh-dri-gou.
  • Para terminar, la más importante de todas: hay una palabra, en apariencia inofensiva, más poderosa que la espada y la pluma juntas. Esa palabra es Lambrusco.

domingo, 19 de abril de 2009

Un gran hombre

Alguien me lo dijo y creo que tiene mucha razón. Pudo ser mucho peor. Mi papá fue un gran hombre en todos los sentidos y tuvo un final tranquilo, pacífico, sin sufrimiento. Y más que sufrir y llorar, he preferido sonreír y disfrutar de todas las memorias y enseñanzas que nos dejó en vida. He sido muy afortunado de tener un padre así, y eso me llena de orgullo. Si algún día tengo hijos, espero poder ser para ellos lo que él es para mí. Y eso es el mejor legado que nos pudo dejar.
Gracias por todo, Jorge. Si existe el cielo estoy seguro que ya estás ahí, tomando una taza de café y leyendo un libro buenísimo.

Mi corazón no tiene más que gratitud en este momento. No hay lugar para ninguna otra cosa.

jueves, 9 de abril de 2009

Eple

Increíble cómo se pasa el tiempo. Justamente hoy terminó la primera mitad del semestre, en apenas un parpadeo. Con el cambio de horario la horas de luz son cada vez menos, el otoño se deja sentir como un invierno mexicano, y las merecidas vacaciones no tienen ningún rumbo; nunca pensé que lo diría pero por el momento me da hueva viajar. Bueno, eso y aparte tampoco es que mi cartera sea mágica...
Si alguna vez un gringo loco recorrió miles de kilómetros arrojando semillas de manzana en el camino, no veo por qué, doscientos años después, un mexicano loco no pueda recolectarlas, ganando con ello miles de dólares...

domingo, 22 de marzo de 2009

Fire on the hemisphere below!

Una de las ventajas de vivir en un país lejano es poder comparar las cosas que se ofrecen de este lado del ecuador. Y uno, como buen mexicano, tiende a perder rápidamente la perspectiva y la objetividad. Al menos en mi caso así sucedió, cuando al poco tiempo de mudarme empecé a idealizar la vida en México; claro, uno ahí se mueve con toda facilidad, conoce atajos para "escapar" del tráfico, tiene a su familia y amigos, habla el idioma y un largo etcétera. Bajo esa luz, incluso, uno jura y perjura que los mexicanos somos mucho más amigables y cariñosos, que estos cabrones ni aprecian la amistad porque si intentas abrazarlos sin que sea su cumpleaños se sacan de pedo... y aunque algo de eso sí es cierto, tampoco es para tanto. Ahora que estuve de vuelta por unas merecidísimas vacaciones, me di cuenta de que si uno llegara de otro país, sin conocer a nadie, tampoco es que en la calle te llenen de besos y abrazos. Más bien la gente es arisca y desconfiada, en ocasiones hasta hostil, y lo que tienen de cálidos usualmente lo guardan para los suyos.

En fin, todo este larguísimo prólogo está inspirado en algo que viví hace una semana, y que me dejó una grata impresión.

Resulta que todo mundo andaba alborotado por un cierto evento llamado Skyfire, que según lo poco que supe estaba organizado por una estación de radio, que consistía simplemente en fuegos artificiales cerca del lago Burley Griffin (el tipo que diseño Canberra), y que este año tendría como temática el número 21.

La verdad, después de tener la fortuna de presenciar el año nuevo en Sydney, mi primera reacción, como buen chilango, fue de total escepticismo y desinterés. Ya lo he visto todo -pensaba-. Seguro van a estar chafas en comparación...

Pero tampoco es que haya demasiado que hacer si uno no está de humor para escuchar música pésima, así que terminé yendo, eso sí, con una hielera de Grolsch, que diría se está convirtiendo en una de mis cervezas favoritas.

Sin más choro, me llevé una grata sorpresa, pues aunque la idea suena muy trivial, uno se da cuenta de cómo deberían ser las cosas: transporte gratuito que salía a 2 cuadras de mi casa, cero desmadre, mucho taco de ojo, y un ambiente que uno puede hacer tan familiar o tan denso como prefiera. La gente puede estar tomando en la calle pero en ningún momento se siente peligro u hostilidad ni nada de eso. Y cuando uno voltea alrededor, se da cuenta de que sí hay posibilidad de pasar un buen rato, hacer un picnic, estar en contacto con la naturaleza, rodeado de familia y/o amigos, todo completamente gratis.

La hora llegó, y los fuegos artificiales no defraudaron para nada. Si no hubiera estado en Sydney, estos me hubieran dejado boquiabierto, porque el espectáculo estuvo muy bien y duró por lo menos 20 minutos ininterrumpidos. Al final de cuentas, es la capital de un país con mucha lana, y de alguna manera te lo recuerdan...



Terminó todo con gritos, silbidos y aplausos en total aprobación. Los presentes estábamos más que satisfechos por lo que acabábamos de presenciar. Y acá la gran mayoría de la gente se va de inmediato, por lo que nos quedamos unos 20 minutos más para huir del desmadre de la salida. Pero ¡ohhh sorpresa!, no hubo tal: caminamos unos 100 metros, cruzamos la avenida, y abordamos un camión semivacío que en cosa de 10 minutos nos había traído de vuelta al city bus interchange. Igualito que ir a un concierto al foro sol...

Vimos el reloj, que apenas indicaba las 10.30 de la noche del sábado: la noche apenas comenzaba...

martes, 17 de marzo de 2009

Deux années sans lumière

Así es Rubito, tienes toda la razón. No había pensado en eso. Se cumplieron dos años de una pérdida irreparable. Ya no tiene caso llorar: todas las lágrimas se han secado. En su lugar, y mucho más apropiadamente, tuve que ir a servirme un vaso de whisky en las rocas, y brindar en silencio a la distancia. Vivir felices es la mejor forma de rendir homenaje a un amigo que sólo eso querría para nosotros. Y claro, la amistad es de esas cosas que siempre estarán ahí, por más tiempo que pase, por grande que sea la distancia que nos separe. Bueno, aunque Silvia no se digne a visitar a los olvidados chilangos...
Besos y abrazos, nacionales y de exilio.

Ardilla


Hace un ratito me cayó el veinte: me muero de ganas de ir a conciertos, creo que es lo que extraño más de México.
Lo acepto, me hubiera encantado ir al maldito concierto de Radiohead, al de Keane, BRMC, REM, y tantos otros que seguramente hubo en los últimos ocho meses y de los que prefiero no enterarme.
No sé si sea bueno eso de estar de ocioso en youtube porque estuve viendo unos videos de la última vez que estuvo Travis en el Palacio de los Rebotes, un concierto muy intenso, y me dieron ganas de llorar cuando escuché The Humpty Dumpty love song...

Al margen de lo anterior, pido una disculpa por ser tan repetitivo con este tema de los conciertos; la verdad he estado muy falto de inspiración últimamente (aunque esto es más que evidente). Un sentimiento de impotencia se ha apoderado de mí en últimas fechas: Míster Atascado tiene ya 530 discos en su colección, y aún así siento que me falta muchísimo por escuchar, muchísimo que aprender, admirar y atesorar.

Pero no todo está perdido: todavía puedo recomendar un par de cosas que me han mantenido a flote en estas últimas semanas: Animal Collective y Death in Vegas (escuchar una canción llamada Dirge, el soundtrack perfecto para un momento de inspiración o pérdida, cada quién decida).


Mientras tanto, ya pensaré en algo más para quejarme. Es mucho más divertido.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Win some, lose some. And then hate some more.

Wow.
Durante una de esas noches de ocio que todos conocemos tan bien, que comenzó con un frustrado intento por cenar pizzas y se tradujo en un ratito de exploración youtubezco, me enteré que hace unos cuantos meses salió a la venta una edición de lujo de uno de mis discos favoritos: Murmur, de R.E.M. Y por si lo pensaban, no, no pienso aburrirlos diciendo lo bueno que es pero suficiente alegría me dio como para atascarme de inmediato y bajarlo. Incluye, además del disco remasterizado (y al parecer casi re-producido), un concierto que dieron en Canadá por ahí de 1983. Una de esas joyas para los atascados como yo. El caso es que yo estaba feliz con mi nuevo disco doble, cuando en la página oficial del grupo leí que el concierto que dieron en noviembre 15 en el Auditorio Nacional fue el último de la gira mundial, con todas sus implicaciones. Ahhhhh qué chingada suerte. No pude evitar pensar qué tan diferente sería todo si hubiera pospuesto la maestría un semestre más.
La verdad me sorprendió un poco que el concierto se realizara en el Auditorio Nacional pues según yo REM es de esos grupos que aunque ya no están tan de moda como hace 15 años, fácilmente garantizarían un lleno en un lugar más grande (llámese Palacio de los Rebotes).
Como sea, en la página había un video de más de media hora que mostraba todo el encore de ese concierto, así que no siento que haya perdido demasiado (bueno aparte de ir a un concierto que seguramente hubiera estado en mi top 5). La cuestión es que en algún momento mostraron las gradas y estas no estaban llenas. Y había un chingo de oficinistas brincoteando cuando le llegó el turno a Man on the Moon con la corbata aún puesta y las mangas de la camisa enrolladas, algo ABSOLUTAMENTE inaceptable a pesar de haber sido en martes.
Súbitamente, recordé la vez anterior que vinieron, donde como suele pasar en México, las personas sólo se prendían con las tres canciones que se saben (en este caso, MotM, Losing my Religion y Everybody Hurts), y tampoco fue un lleno absoluto como merecen estos genios de Athens. Ahhh qué horror, cómo me hubiera gustado estar ahí.
Y bueno en consecuencia pensé en el megaconcierto que se viene, de Radiohead. A mí la verdad sí me gusta pero la verdad les perdí la pista después del OK Computer, y ese disco salió en 1997(!), así que hubiera preferido ir a ver a REM otra vez, sin pensarlo demasiado. Lo sé, alguna vez estuvo en mi lista de imperdibles, pero al ver la pinche euforia artificial que están provocando, no podría ser más indiferente. Y ni voy a estar, así que ni siquiera es por ardido de no haber conseguido boleto. Como sea, espero que quienes sí vayan se la pasen a toda madre (y que me digan por favor 3 canciones del In Rainbows...).

domingo, 1 de marzo de 2009

Historia de cuatro ciudades

Primera parte - The further, ¿the better?

Apenas pasaba de las cinco de la mañana, comprobé que Aventura tenía razón pues casi no dormí nada, y para no variar, el aeropuerto ya estaba hasta la madre de gente. Una gran proporción de la gente era, no sorpresivamente, pochos volviendo de regreso a EEUU. Y como buenos mexicanos, todos voltándonos a ver, intentando adivinar hacia dónde se dirige cada quién. Al parecer a todos les encanta la idea de sentirse importantes por estar haciendo cola en la terminal internacional, como si entre más largo sea el viaje, más derecho tenga uno de barrer a los demás... no pude evitar notar las caras de quienes estaban a mi lado al ver la etiqueta en mi backpack que leía "Qantas premium hand luggage": -qué pendejos, se les olvidó poner una u después de la q...-




Segunda parte - Go west

Diez horas suenan a demasiado para muchas personas, pero no para ti. Tú ya estás, si no acostumbrado, al menos resignado a que así sea. Y pinches gringos hijos de la gran chingada, no pueden soportar NO sentirse amenazados, aunque uno ni quiera quedarse ahí ni un minuto más de lo necesario. A fuerza la quieren hacer de jamón. Pero no pasó nada, te vi pasando, manejando la situación con maestría, literalmente.

Mucho qué hacer, mucho qué caminar, nada con qué tomar una maldita foto. Buena la hiciste, aunque ese chilli dog hizo que se te olvidara todo, ¿verdad?


Como sea, afortunadamente los pobladores de la ciudad no hicieron honor a la famita de la misma. Y un gran clima por cierto, justo como te gusta, soleado y templado.

Tercera parte - Ain't no easy way

Pobre Rodriguito, la inevitable chinga de un vuelo transatlántico de catorce horas y media. Lo bueno es ese modo de viaje que adopta con tanta facilidad, sólo con la ayuda de uno de esos antifaces que dan en los aviones y con ayuda del cual durmió por lo menos nueve de esas horas.

Al llegar a Sydney, sin embargo, y ya en estado de completa vigilia, las pesadillas apenas comenzaban en su mundo. Toda esa planeación que le daba poco más de una hora para pasar por migración y cuarentena antes de abordar el camión que lo llevaría a su destino final se fue básicamente a la chingada por tantas cosas completamente fuera de su control, y contra las que ciertamente su carisma poco podría hacer para hacerlo salir airoso.

Para empezar, tuvo un inexplicable e inédito problema con su visa, que al parecer tenía un número diferente al del pasaporte. Aparte de criminales, ineptos. Y lentos pues tuvieron que pasar no menos de veinte minutos para que la situación quedara resuelta. Ya para entonces, con un ojo en el carrusel del equipaje y otro en el reloj, fue como si prendieran la calefacción en aquella sala. Una interminable cola de personas esperando ser inspeccionadas hacían sospechar que los escasos diez minutos para la salida programada del camión a Canberra eran demasiado poco. No hubo de otra: como buen chilango, se las arregló para meterse a la cola. Y con ello, acelerar un poco su caída a un círculo inferior del inframundo del hemisferio sur.

Justamente ese día los inspectores de la cuarentena se encontraban de un humor muy juguetón; para desgracia de nuestro agotado viajero, el juego del día se llamaba vaciemos-las-maletas-de-los-que-vengan-de-México-cargando-meses-de-provisiones-y-dulces-en-polvo-blancos-sospechosamente-similares-a-la-cocaína. Él no tenía demasiadas ganas de jugar pero en esas circunstancias uno tampoco va a quedar como un cobarde sacatón, así que ni hablar. No sólo aceptó gustoso, sino que también sugirió otro aún más divertido: les-apuesto-a-que-vuelvo-a-guardar-todo-lo-que-me-acaban-de-sacar-de-las-maletas-en-un-par-de-minutos-porque-me-deja-mi-camión.

Después del lúdico intercambio, Rodrigo corrió como loco, arrastrando y no rodando aquella asquerosa maleta de treinta y tantos kilos cuyas ruedas habían por supuesto valido madres.
Ahhh pero el camión seguía ahí, y qué bueno porque si no se hubiera tenido que esperar tres frustrantes horas en el aeropuerto a que partiera la siguiente corrida. Para entonces venía hecho sopa, con un nivel de estrés equivalente al que hubiera experimentado si efectivamente el contenido de aquel botecito tuviera un valor en el mercado de unas cuantas decenas de miles de dólares. Ni siquiera reparó en el hecho de que, por ser el último pasajero en abordar, le tocara sacarse la rifa del tigre: ir al lado de un gordote, uno de aquellos que se las ingenian para desparramarse hacia el otro asiento sin importar que haya un posa brazos de por medio. Aunque a esas alturas, eso poco importaba pues lo único en su mente era una gran sonrisa, que se extendía de lóbulo a lóbulo.




Cuarta parte - Roll with it


Todo transcurrió sin mayores incidentes en el camino a Canberra. Si acaso podríamos mencionar que durante un arranque de pasión, cuando yo y mis galletas nos disponíamos a consumar una relación carnal (¿o sería harinal?), nuestro voluminoso compañero nos echó unas miradas anunciando sus ganas de comernos en el acto. Nos separamos casi en seguida. No queríamos seguir incitando celos ni envidias a nuestro alrededor. Si lo sabe dios, que no se enteren los gordos -pensamos-. A continuación, Z y yo intercambiamos algunas bonitas palabras, hasta que ella accedió a cantarme al oído mientras yo caía, agotado, en un profundo sueño.


Un par de horas después finalmente llegamos a la gran capital, aunque para entonces mi relación con mi maleta azul se había deteroriado drásticamente, llegando al punto de querernos ahorcar mutuamente. Como se rehusaba a moverse del todo, de las greñas nos fuimos, muy lentamente recorriendo la cuadra y media que nos separaba de nuestro destino final. Unos veinte minutos después abrimos la puerta, completamente exhaustos pero satisfechos.

Como muchos podrán imaginar, ese día nadie quiso cocinar. Simon y yo fuimos a comprar algo para comer.

Aguanté despierto hasta la noche; cuatro ciudades en treinta y ocho horas pueden resultar demasiado para mi cuerpo. Pero no para mi inquebrantable espíritu...

viernes, 20 de febrero de 2009

Última llamada

Finalmente, el día llegó. En escasas horas emprenderé de nueva cuenta una travesía hasta el otro lado del mundo, aunque esta vez en circunstancias diferentes. Maletas llenas de comida y todo aquello que me hizo mucha o poca falta a lo largo de mi estancia en Canberra. Un lugar donde vivir, amigos que reencontrar. Y sin embargo, una súbita melancolía se apoderó de mi desde la tarde. Dejar a mi familia que tanto amo siempre será doloroso, aunque ellos y yo sabemos que todo estará bien. Huir de nueva cuenta de esta ciudad que tanto me gusta pero que tanto detesto. Lamentar muchas cosas que deberían pasar pero que tendrán que esperar.
Pero basta; no queda tiempo para voltear atrás. El futuro siempre será esperanzador. Y por el momento disfrutaré de mi cama, aunque sea brevemente, por última vez en mucho tiempo.
Una parte de mi corazón se queda aquí, y no se irá a ningún lado. A cambio, me llevo muchos besos, abrazos y sonrisas de las personas que me importan.
Michael Stipe ya lo dijo: it's easier to leave than to be left behind. Ya les contaré si tenía razón esta vez...

Un post express

Hoy desperté con una grandísima sonrisa en mi rostro.

Finalmente culminan mis vacaciones de mis vacaciones en territorio azteca, y creo que el balance ha sido muy muy positivo. Pero no pienso hablar de eso justo ahora. Tengo que ir a asaltar la fábrica de chamoys, los mejores del universo.

Ayer hice cosas que me hicieron muy feliz; tuve la oportunidad de compartir (y escuchar) algo de la música que tanto me gusta, sí, esos discos de portadas tan cabronas y sonidos aun mejores.

Dos eventos en un mismo día, una tarde indescriptiblemente hermosa como el cielo (aunque la pizza no hizo justicia a mi memoria) y una noche fraternalmente grata (con pizza sin ninguna expectativa).

Como aquella ocasión hace 7 meses, en unas horas partiré. con mi cabeza y mi corazón llenos de gratitud y felicidad. Y una vez más, ni el ayer ni el mañana importan (y me hago coco-wash pues me espera un viajecito de unas 30 horas...).

¿Qué canción pondría en este momento?





Alguna de Juan Gabriel, definitivamente.



domingo, 15 de febrero de 2009

Uno-cuatro-cero-dos-cero-nueve

Así es. Hoy es 14 de febrero, y tenía que escribir algo al respecto. Y aunque quizás la escritura romántica se me da mejor de lo que me gustaría admitir, la verdad es que me chiveo un poco ante las multitudes, por lo que tendré que entrarle al tema por la tangente.
Lo primero que me llega a la mente es curiosamente lo que estaba haciendo justo hace un año, en un hostal en Palenque en la mejor de las companías: un par de amigos perennes, clima paradisíaco y un lugar olvidado por el turismo nacional que te hace sentir muy lejos de casa, lo cual en este caso era algo muy positivo.
Recuerdo que esa vez se nos fue la onda hasta que alguien recordó la fecha; a mí personalmente nunca me ha entusiasmado particularmente este día pues lo asocio a la peor versión de la Ciudad de México: tráfico, histeria colectiva y básicamente gente por montones en todos lados sacando a relucir su lado cursi y borrego. Pero en esa ocasión fue algo grato en un lugar tan especial, pues aunque llevábamos 10 días de viajar juntos no habíamos peleado, seguíamos siendo tan amigos como cuando inició la aventura, y el recordatorio sirvió para darnos cuenta de lo bien que la estábamos pasando. Probablemente uno de los mejores viajes que he hecho, y estoy convencido de que quienes estuvieron ahí no pueden sino coincidir conmigo.

Aquí y ahora, durante un efímero período en el D.F., no sé si tengo demasiado qué decir al respecto. Me da no-sé-qué el pensar en lo predecibles que resultan todos esos actos de supuesto amor y devoción, lo forzado del motivo. Supongo que yo soy de esos gruñones que prefieren encuartelarse durante ese día y guardar las muestras afectivas para los otros 364 días del año. No hay un solo calendario capaz de decirme que el 14 de febrero tengo que volver a enamorarme.

Todo esto dicho, quise dejar un poco de miel para el final. Espero que les guste, pues es mi modesta contribución al ánimo colectivo...





"El enamoramiento es una embriaguez -dice Sócates en Fedro-. Pero no es una mala embriaguez, sino la mejor que existe; y no una enfermedad dañina ni una auténtica locura humana en el sentido patológico, sino una manía inspirada por los dioses, que añora los dioses, una demencia divina que permite al alma prisionera de lo terrenal remontar el vuelo..."

¡Segurísimo!: eso traen en la cabeza los gueyes que compran las rosas en el semáforo...

miércoles, 11 de febrero de 2009

Losing touch

Alguien me dijo hace algún tiempo que en la vida lo más importante es el humor. Y no terminó ahí: me dijo que YO lo tenía. Y la verdad quién soy yo para contradecir esas sabias palabras, siendo parte de la llamada generación Y, que nada toma demasiado en serio.
Tristemente, me doy cuenta de que en ese entonces, cuando fui merecedor de ese gran elogio, además de ser más prolífico (medido en cantidad de pendejadas escritas al mes), era capaz de encontrar el humor hasta en los lugares más impensados. Una parte de mí siente que la frialdad del primer mundo se ha apoderado de mi inspiración, que la ausencia de tacos y salsa verde me han afectado más de lo que había pensado. Escribir se volvió un escape, una especie de santuario en donde finalmente podía expresarme al cien por ciento, en español, para decir cualquier chingada cosa que me pasara por la cabeza. Y no lo sé, tal vez eso removió el humor de mis ordinarios deditos.
Pero eso cambiará, lo prometo. Y en algún tiempo, cuando relea las cosas que he escrito, volveré a sentirme orgulloso del monstruito. O mejor aún, me cagaré de risa como antes.

lunes, 9 de febrero de 2009

Un día como aquellos

Mhhh hoy mi derecha estuvo bien pero el revés dejó muchas cosas qué desear. Aunque finalmente esto es un ejercicio de aguante: altitud, smog, falta de ritmo, lo que sea. Me da un gustazo que en mi familia seamos tan ganosos con los deportes.
La verdad tengo más flojera que inspiración, una verdadera lástima, pero justo estaba pensando en unas (no tan) famosas palabras:
"A shiver came quick, grabbed me up by the back of the neck, and shook me down to the floor, through my shoes, to the floor, to the core of the earth. I muttered something, swallowed some air, science, miracles monkeys -a prayer-. I'll believe in anything when I'm there: I'm certain I've said that before..."
Como se podrán imaginar, los signos de puntuación los puse yo. Una gran frase. Quisiera que le encontraran tanto gusto como yo. Pero probablemente no se pueda; crecí con ella.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Not quite right

Si alguien me hubiera preguntado hace 3 semanas qué tanto quería regresar a México, la respuesta hubiera sido abrumadoramente convincente. Las expectativas, derivadas hasta cierto punto de la idealización de lo bueno y de aquella memoria selectiva, eran muy altas.
Por si alguien lo estaba pensando, no, no escribo para decir que a mi regreso he encontrado todo hecho un asco y que ya me quiero regresar. Mas he de confesar que ha sido algo muy raro, desde el momento mismo de pisar el aeropuerto.
¿Raro en qué sentido? Para empezar, aquellos irresistibles antojos de tacos de carnitas, ahora que estoy acá, se sienten como un antojo cualquiera, no hay esa desesperación para irme a comer fritangas los 7 días de la semana, aunque bien podría hacerlo. Cosa curiosa, ni siquiera ayer, 2 de febrero y día de atasque obligado de tamales, me importó demasiado no comer ni siquiera uno.
En otros sentidos, es como si el tiempo no hubiera pasado, como si nunca me hubiera ido. Recuerdo las cosas que hice poco tiempo antes de irme, los lugares a los que fui, y parece en verdad que han pasado apenas un par de semanas.
Lo que sí pasó, y que sabría que pasaría eventualmente, es que me topé de frente con algunas de aquellas cosas que tanto me molestan y me nefastean de este país y esta ciudad: la política y los políticos siguen siendo un asco y diciendo puras mamadas, el tráfico insufrible y bueno, otras cosas que no tengo que ennumerar pues todos los chilangos las conocemos perfectamente.
Pero en fin, el momento de epifanía llegó nada menos que en la condesa, lugar que nunca ha contado con mi aprobación pero que, si no tengo que manejar, me suele dar lo mismo. Yo la verdad no moría de ganas de ir pero ante mucha insistencia finalmente accedí. Una vez más, me doy cuenta que así como hay personas que no aceptan un NO como respuesta, hay otras que no saben decir NO.
El caso es que acabé yendo, primero a la mezcalería que no tiene nada de especial excepto la garantía de que invariablemente tienes que esperar por una mesa, si no es que te hartas antes y terminas tomándote tu mezcal (de pollo) parado, incomodando por supuesto a los "afortunados" que sí tienen mesa, pero que tienen que soportar tener su campo visual a la altura de la ingle de los parados. Ni tan chingón, ¿o sí?
La siguiente escala, con aire de eufemismo pues hay que deambular en el coche por lo menos media hora para tener un lugar de estacionamiento, si uno no está dispuesto a dejarle las llaves a esos oligofrénicos con chaleco del valet, era un lugar al que ya había ido hacía unos años (y recuerdo que la había pasado bien hasta que se puso hasta la madre), el pata-negra.
En verdad no entiendo cómo es posible que la gente se aperre para entrar, y que para lograr su cometido (ser "elegidos" por unos nacos con trajes de poliéster) estén dispuestos a jugar el jueguito de intentar caerle bien o incluso memorizar el nombre del cadenero, pretendiendo que lo conocen de años y que fueron los padrinos del bautizo de su sobrinita.
Como sea, no tuvimos que esperar más que un par de minutos, aunque poco tiempo duró el encanto de sentirnos importantes: ohhh sorpresa! el lugar estaba hasta la madre. Y lo increíble es que había mucha gente que a huevo quería bailar (era salsa night), por lo que además del calor humano y el evidente disconfort, los codazos y caderazos no se hicieron esperar.
Al final, tengo que decir que no la pasé mal, bailamos cuando el espacio lo permitió, y cenamos unos exquisitos tacos en el califa. Pero sin duda, podría haber sido una experiencia mucho mejor.
Y yo me sigo preguntando qué chingados le ven a la condesa...

martes, 27 de enero de 2009

So here we are... again

Como podrán imaginar si leyeron el post anterior, me vi forzado a dividir la experiencia del Australian Open en partes por obvias razones. Pero por supuesto no me limitaré a contar lo que pasó el primer día.
A la mañana siguiente, descubrí unas grandes quemaduras en mis brazos, opuestas a los codos. Aunque seguí las ñoñas recomendaciones de los anuncios que pasan en la tele (“there’s nothing healthy about a tan”) y me puse bloqueador cada 2 horas, el sol no perdona en el hemisferio meridional. Como sea, no había dolor lo cual es suficiente para mí.
Los 2 días siguientes transcurrieron como debían, esta vez con mi cuate Powell, en verdad un tipazo que por algunas razones no pudo estar presente el viernes. Pero pensándolo bien, no estuvo tan mal porque al menos tuve algo qué contar ese día.
Sin embargo, cuando estuvimos en la Margaret Court Arena viendo a González despachando a Gasquet en 5 sets, vi que le iba al hombre equivocado. Shame on you… como sea, fuimos testigos de un grandísimo juego que duró más de 4 horas, desde un lugar realmente privilegiado. Definitivamente, asistir al Australian Open es comparable con el ir al concierto de un buen músico, pues pagando una bicoca uno puede estar horas y horas al borde del asiento. Una experiencia única y memorable.
Lo que pasó al final, sin embargo, liberó más adrenalina de mis glándulas que horas y horas de tenis: al llegar (rayando por supuesto) al aeropuerto, nos informaron que nuestro vuelo estaba retrasado una hora. Nada grave, pensé, aunque una ligera mancha de preocupación invadió mi ser: tenía que llegar a Canberra esa misma noche pues tenía que empacar para irme temprano al día siguiente a Sydney y de ahí tomar el vuelo que daría inicio a mis vacaciones en nada menos que mi hometown (ingrato y pretencioso, ahora que lo pienso). Al final, hora y media después de la supuesta salida del vuelo, nos informaron que éste había sido cancelado, lo cual como podrán imaginar, casi me provoca un infarto y unas ganas tremendas de llorar. Todo se derrumbaba ante mis ojos; ese boleto que había cambiado 3 veces, el camión pagado por anticipado, el conteo regresivo que llevaba desde hacía 2 semanas. En fin, una verdadera catástrofe que los 140 dólares que nos ofrecieron para cubrir el hospedaje de esa noche no eran capaces de cubrir.
Historia larga, post (relativamente) corto: al final tuve que comprar otro boleto de avión para llegar a Sydney, dormir menos de 4 horas en un muy mamón Hilton, y cruzar los dedos para que el vuelo de la mañana siguiente sí saliera a tiempo, lo cual no ocurrió. Así que al final tuve que empacar en cuestión de 40 minutos y regresar en friega al aeropuerto, sin siquiera una oportunidad de bañarme ni rasurarme. Y sí, sus sospechas son ciertas: olvidé sus regalos, los que tanto trabajo me costó elegir. Como sea, eso me sirvió para batir una especie de récord que espero que exista, pues tuve que tomar 5 vuelos en un mismo día: el vuelo de regreso más nefasto en la historia del universo.
¿Pero saben qué? Al menos redescubrí un par de canciones que me llenaron el alma de cosas bonitas, muy necesarias en aquellos no tan distantes momentos de estrés y furia, y la verdad esperaría que hagan lo posible por escucharlas al menos una vez poniéndose en mis zapatos. Lo que uno agradece en esas circunstancias…
1) Arms of love, original de Robyn Hitchcock, reinterpretada por R.E.M. Una canción genial que me llega directo al corazón, sin importar dónde, ni cómo, ni cuándo.
2) When they ring the golden bells, original de no-sé-quién, reinterpretada por Natalie Merchant y Karen Peris. Simplemente hermosa, llena de esperanza, interpretada por 2 de las voces más emotivas que he escuchado en mi vida. Ese momento a los 48 segundos me derrite las entrañas…
Gracias.

Game, set, catch...

Ahhh, la cantidad de obstáculos que uno tiene que sortear para hacer lo que le toca hacer….
Todo comenzó hace exactamente un mes, cuando por flojos y desidiosos no compramos unos ciertos boletos que me hacían salivar. Después de una increíble cantidad de cambios e imprevistos, el plan original quedó casi deshecho, pero simplemente no había poder humano que me hiciera desistir.
El viernes pasado tenía un vuelo que tomar demasiado temprano, lo que implicaba estar en una cierta parada de camión a las 7.10 am. Por increíble que pudiera parecer, sí llegué a tiempo, aunque sólo para ver cómo el camión que supuestamente se encargaría de llevarme al aeropuerto se alejaba lentamente de la bahía número 6… Aunque todo se quedó en un buen susto, pues por alguna razón el camión dio la vuelta a la manzana y regresó a subir pasaje.
En fin, el resto del trayecto a Melbourne transcurrió sin incidentes; del aeropuerto directo a Melbourne Park, sin tiempo para escalas, más que para comprar un muy necesario Red Bull y una botellota de agua. Al llegar a una estación cercana en Flinders St., de donde salían tranvías gratis hacia el complejo tenístico, el ambiente (o debería decir el gentío) se empezó a sentir. O al menos lo supongo, pues yo estaba tan emocionado que estaba pensando en otras cosas.
Un par de penosos incidentes me hicieron comprender que la reventa NO es ni legal ni bien vista en Australia, así que entré a Melbourne Park, dirigiéndome inmediatamente a la Margaret Court Arena, donde estuve viendo un buen partido hasta que un vistazo al reloj me hizo darme cuenta de que habían pasado casi 3 horas. En fin, supongo que no a muchos les interesan los detalles de los partidos que me tocó ver, así que penosamente relataré una anécdota que pasó horas después, graciosa a la distancia, pero que no lo fue tanto en ese momento.
Berdych jugaba contra Wawrinka, un partidazo de tercera ronda que, por alguna inexplicable razón, no llenó ni siquiera a la mitad el estadio. Bueno, claro, la no tan inexplicable razón se llama Roger Federer, que jugaba horas después contra Safin. En fin, el caso es que yo tenía un excelente lugar en las gradas, donde al cabo de un rato la sección en la que me encontraba se vació prácticamente. Yo tenía el tiempo contado, pues tenía que irme antes de que el transporte público dejara de funcionar. Un buen partido de tenis, bastante entretenido, pero justo cuando el cuarto set empezaba y yo ya miraba nerviosamente el reloj, algo raro (por no usar otra palabra) pasó: un cabrón vino a sentarse justo a mi lado, cuando había decenas de lugares vacíos a mi alrededor. De reojo podía sentir su mirada, bastante obvia diría yo, expectante, agresiva, intrusiva. Hasta ese momento, yo ni siquiera me había atrevido a mirar en su dirección, y no había mucho que pudiera hacer pues uno no puede levantarse de su asiento hasta que los jugadores cambian de lado, lo cual pasa cada 10 minutos aproximadamente. Como ya tenía que irme pronto, esperé ansioso el momento de huir.
El momento llegó, salí por patas. Atravesé la puerta de acceso, sonriendo triunfante. Caminaba hacia la salida cuando súbitamente, volteando hacia atrás, vi algo que me dejó paralizado: el tipo se había levantado también y me estaba siguiendo! Apuré el paso, y ahí seguía. Decidí frenarme y encararlo, con cara de OLVÍDALO, NO MAMES. Al menos no tenía la cara de enfermo depravado violador de menores que hubiera imaginado; más bien se veía bastante normal (de hecho le daba un aire a Dane Cook). Y como buen primermundista, no sacó una navaja para amenazarme, simplemente aceptó su suerte de mala gana dando la media vuelta. No pude evitar soltar una carcajada: el Australian Open tiene ABSOLUTAMENTE de todo.
Caminé hacia afuera, contemplando la Rod Laver Arena a la distancia. Tomé el tranvía y me fui directo a dormir, sin cenar como originalmente había pensado: se me había quitado el hambre por completo.

viernes, 16 de enero de 2009

Du, levande

Esta ha sido definitivamente una semana para el olvido: el calor está insoportable llegando casi a 40 grados, desilusión, aburrimiento y básicamente una increíble impaciencia que sólo se verá mitigada cuando por fin me vaya al australian open en una semana, y de ahí, a comer tacos como enfermo. Todos han abandonado esta ciudad, y la verdad es que no los culpo. De hecho, me da envidia. No tengo razones para estar aquí, necesito mi cama, necesito dejar de pensar. Y lo lamento mucho, pero no tengo nada que contar esta vez, aparte del hecho de estar muerto de aburrimiento. ¿Lo bueno? Tiempos mejores vendrán, y muy pronto. Y con ellos, más material sobre el cual escribir. No nos desesperemos...

sábado, 10 de enero de 2009

Sense overload

Ustedes disculparán la demora, pero ha sido un período desgastante en muchos sentidos. Este debería ser un momento de epifanía, pero por muchas razones, no puede serlo. Hay demasiadas cosas atoradas en mi humilde cabecita. Ha sido un tiempo de mucho estrés, por razones que, espero entiendan, no puedo divulgar, pero a la vez ha sido una gran oportunidad de iluminación y de sobrecarga sensorial que van más allá de mí.

Apenas ayer regresé de Sydney; así es, decidí regresar, justo ahí, después de vivir una experiencia breve pero increíblemente esperanzadora. Una experiencia que me trajo grandes cosas: energía, perspectiva y vayan ustedes a saber cuántas cosas más. Lo que a DJ Chachalaca le produce una merecida carcajada de gusto, a mí me merece muchísimas otras cosas, muy difíciles de describir. Me contraria mi adolescencia de lenguaje, pero me satisface el balance innegablemente positivo… sé de dónde vengo, y sé cuál es mi destino.

Por una parte, Sydney contiene lo que para muchos sería la vida perfecta: cosas qué hacer, personas qué conocer, lugares por visitar. Pero me he dado cuenta tras esta más reciente experiencia, que todo se reduce a lo que uno vive y siente. El lugar se vuelve un factor secundario, pues, volviendo a lo mismo, uno absorbe y utiliza lo que vive por sí mismo sin importar el dónde ni el cuándo ni el cómo. Ahhh, y si a eso le añadimos el puto calor y la humedad, no resulta tan atractivo. No pretendo ser injusto, pues en verdad es una ciudad encantadora, donde el estilo de vida permite, si no exige, pasar tardes en playas increíbles, contemplando a las mujeres mejor formadas en este mundo. Pero de todos modos, todo eso es una distracción solamente…

Ahora, de vuelta en la capital (lo que a muchos le sonaría como fanfarronería pero acá es todo lo contrario), la vida es mucho más simple. Mi depa sigue exactamente como lo dejé, aunque yo esperaba que Simon hubiera regresado para arreglar el internet. Como sea, es un tiempo que he tomado para detenerme un momento de varios días, y pensar en todo y en nada a la vez. Evidentemente no hay lo que en Sydney, pero esto es lo que yo llamo hogar, y me gusta. Es una cuenta regresiva, aunque para qué, ya no lo sé. Por lo pronto, he sido bendecido con el mejor regalo posible, pues pasan el tenis en 3 canales simultáneamente, y eso me llena de alegría: al final de cuentas, este es un noble país.

Mi mente y mi corazón se encuentran llenos de cosas buenas. Y me siento afortunado.

Y ya pronto llegará mi día…

viernes, 2 de enero de 2009

Fuegos de artificio

Ahhh un poco de baño de sangre latina, vaya que me hacía falta.

Es increíble la capacidad que tenemos para pasarla muy bien, de poner el ambiente festivo a donde vayamos. Éramos cerca de una decena de mexicanos y venezolanos y vaya que se nota la diferencia.

Para empezar, fuimos de los primeros en llegar a Duff Reserve, un pequeñísimo lugar, con capacidad para 50 personas (supuestamente). Probablemente sería más apropiado decir apañar, porque cuando nos instalamos antes del mediodía todos nos veían con envidia, con sombra, hieleras y básicamente, todo lo necesario para pasar las siguientes 13 horas sin ninguna otra preocupación más que seguir despiertos para la culminación del festejo a la medianoche.

Cosa curiosa: muy fiesteros los australianos, pero nadie llevaba música (!). Aparte de nosotros, obviamente. Y sí, muchos de los nuestros traían sus ipods, queriendo hacer evidente nuestro lugar de origen, pero creo que después de un rato los aussies querían algo más. Ya se imaginarán, entonces, que DJ Chachalaca haya tenido otra afortunada intervención, ayudando a romper las barreras culturales y a esparcir de esa forma el ánimo festivo que sólo la música puede traer.

Extrañé mi itotele, hubiera estado muy bien llevarlo, pero al final creo que no importó.

He de quitarme el sombrero, sin embargo, pues ya muy cerca de la medianoche, cuando unos cuantos cohetes anunciaban la tercera y última llamada, Luis, un amigo mexicano, tomó el control de la música, y con qué mejor que Shine on you crazy diamond, quince minutos que nos permitieron entrar en un trance indescriptible. De esos momentos que me acompañarán por siempre. Lástima que no se podían cerrar los ojos, pues entonces me hubiera perdido lo que pasó a continuación...

Con ese acompañamiento, el espectáculo no podía ser mejor. Y vaya que superó todas mis expectativas. Entendí por qué por estos rumbos se enorgullecen tanto de la celebración en Sydney, y por qué es tan famosa en todo el mundo. El tema central fue la creación, muy ad hoc con un año que comenzaba. Nuevos comienzos, oportunidades y esperanza de que todo sea mejor.

Mis mejores deseos pues, para este imberbe 2009. Espero que todos la hayan pasado tan bien como yo. Que cada quien, a su manera, haya vivido una experiencia especial y memorable. Yo desde acá aproveché para acordarme de todas las personas que han pasado por mi vida, y que de una u otra forma han contribuído a hacerme la persona que soy ahora. Sólo espero que el resultado no sea tan decepcionante jajaja.

Un abrazo a todos.

jueves, 1 de enero de 2009

Demasiado bien

Si los años pudieran predecirse basándose en cómo comienzan, el 2009 será hermoso.
Supongo que podría decir lo mismo sobre el año que termina, que en términos generales fue bueno, a mí en lo personal me trajo de todo pero hay cosas que lo hicieron especial e inolvidable.
Sydney: ciudad mágica, que lo tiene todo. Entiendo por qué la gente se quiere quedar en este país, porque si lo que me tocó presenciar hace unas horas es la regla general, la vida sencillamente es increíble.
Es bueno saber que mi capacidad de asombro no está agotada; al contrario, el haber sido tan afortunado como para vivir y presenciar lo que me ha tocado me han hecho apreciarlo todo mucho más.Y me encanta.
Quisiera poder abrir mi memoria para compartir con todos estas imágenes de anoche, aunque a esta hora probablemente los atascados ya subieron fotos y videos. Será sólo la cereza del pastel porque la intensidad fue subiendo desde el mediodía. Pero ya contaré más al rato, cuando esté de regreso en Canberra y me caiga el veinte de todo esto. Necesito tiempo.