viernes, 20 de febrero de 2009

Última llamada

Finalmente, el día llegó. En escasas horas emprenderé de nueva cuenta una travesía hasta el otro lado del mundo, aunque esta vez en circunstancias diferentes. Maletas llenas de comida y todo aquello que me hizo mucha o poca falta a lo largo de mi estancia en Canberra. Un lugar donde vivir, amigos que reencontrar. Y sin embargo, una súbita melancolía se apoderó de mi desde la tarde. Dejar a mi familia que tanto amo siempre será doloroso, aunque ellos y yo sabemos que todo estará bien. Huir de nueva cuenta de esta ciudad que tanto me gusta pero que tanto detesto. Lamentar muchas cosas que deberían pasar pero que tendrán que esperar.
Pero basta; no queda tiempo para voltear atrás. El futuro siempre será esperanzador. Y por el momento disfrutaré de mi cama, aunque sea brevemente, por última vez en mucho tiempo.
Una parte de mi corazón se queda aquí, y no se irá a ningún lado. A cambio, me llevo muchos besos, abrazos y sonrisas de las personas que me importan.
Michael Stipe ya lo dijo: it's easier to leave than to be left behind. Ya les contaré si tenía razón esta vez...

Un post express

Hoy desperté con una grandísima sonrisa en mi rostro.

Finalmente culminan mis vacaciones de mis vacaciones en territorio azteca, y creo que el balance ha sido muy muy positivo. Pero no pienso hablar de eso justo ahora. Tengo que ir a asaltar la fábrica de chamoys, los mejores del universo.

Ayer hice cosas que me hicieron muy feliz; tuve la oportunidad de compartir (y escuchar) algo de la música que tanto me gusta, sí, esos discos de portadas tan cabronas y sonidos aun mejores.

Dos eventos en un mismo día, una tarde indescriptiblemente hermosa como el cielo (aunque la pizza no hizo justicia a mi memoria) y una noche fraternalmente grata (con pizza sin ninguna expectativa).

Como aquella ocasión hace 7 meses, en unas horas partiré. con mi cabeza y mi corazón llenos de gratitud y felicidad. Y una vez más, ni el ayer ni el mañana importan (y me hago coco-wash pues me espera un viajecito de unas 30 horas...).

¿Qué canción pondría en este momento?





Alguna de Juan Gabriel, definitivamente.



domingo, 15 de febrero de 2009

Uno-cuatro-cero-dos-cero-nueve

Así es. Hoy es 14 de febrero, y tenía que escribir algo al respecto. Y aunque quizás la escritura romántica se me da mejor de lo que me gustaría admitir, la verdad es que me chiveo un poco ante las multitudes, por lo que tendré que entrarle al tema por la tangente.
Lo primero que me llega a la mente es curiosamente lo que estaba haciendo justo hace un año, en un hostal en Palenque en la mejor de las companías: un par de amigos perennes, clima paradisíaco y un lugar olvidado por el turismo nacional que te hace sentir muy lejos de casa, lo cual en este caso era algo muy positivo.
Recuerdo que esa vez se nos fue la onda hasta que alguien recordó la fecha; a mí personalmente nunca me ha entusiasmado particularmente este día pues lo asocio a la peor versión de la Ciudad de México: tráfico, histeria colectiva y básicamente gente por montones en todos lados sacando a relucir su lado cursi y borrego. Pero en esa ocasión fue algo grato en un lugar tan especial, pues aunque llevábamos 10 días de viajar juntos no habíamos peleado, seguíamos siendo tan amigos como cuando inició la aventura, y el recordatorio sirvió para darnos cuenta de lo bien que la estábamos pasando. Probablemente uno de los mejores viajes que he hecho, y estoy convencido de que quienes estuvieron ahí no pueden sino coincidir conmigo.

Aquí y ahora, durante un efímero período en el D.F., no sé si tengo demasiado qué decir al respecto. Me da no-sé-qué el pensar en lo predecibles que resultan todos esos actos de supuesto amor y devoción, lo forzado del motivo. Supongo que yo soy de esos gruñones que prefieren encuartelarse durante ese día y guardar las muestras afectivas para los otros 364 días del año. No hay un solo calendario capaz de decirme que el 14 de febrero tengo que volver a enamorarme.

Todo esto dicho, quise dejar un poco de miel para el final. Espero que les guste, pues es mi modesta contribución al ánimo colectivo...





"El enamoramiento es una embriaguez -dice Sócates en Fedro-. Pero no es una mala embriaguez, sino la mejor que existe; y no una enfermedad dañina ni una auténtica locura humana en el sentido patológico, sino una manía inspirada por los dioses, que añora los dioses, una demencia divina que permite al alma prisionera de lo terrenal remontar el vuelo..."

¡Segurísimo!: eso traen en la cabeza los gueyes que compran las rosas en el semáforo...

miércoles, 11 de febrero de 2009

Losing touch

Alguien me dijo hace algún tiempo que en la vida lo más importante es el humor. Y no terminó ahí: me dijo que YO lo tenía. Y la verdad quién soy yo para contradecir esas sabias palabras, siendo parte de la llamada generación Y, que nada toma demasiado en serio.
Tristemente, me doy cuenta de que en ese entonces, cuando fui merecedor de ese gran elogio, además de ser más prolífico (medido en cantidad de pendejadas escritas al mes), era capaz de encontrar el humor hasta en los lugares más impensados. Una parte de mí siente que la frialdad del primer mundo se ha apoderado de mi inspiración, que la ausencia de tacos y salsa verde me han afectado más de lo que había pensado. Escribir se volvió un escape, una especie de santuario en donde finalmente podía expresarme al cien por ciento, en español, para decir cualquier chingada cosa que me pasara por la cabeza. Y no lo sé, tal vez eso removió el humor de mis ordinarios deditos.
Pero eso cambiará, lo prometo. Y en algún tiempo, cuando relea las cosas que he escrito, volveré a sentirme orgulloso del monstruito. O mejor aún, me cagaré de risa como antes.

lunes, 9 de febrero de 2009

Un día como aquellos

Mhhh hoy mi derecha estuvo bien pero el revés dejó muchas cosas qué desear. Aunque finalmente esto es un ejercicio de aguante: altitud, smog, falta de ritmo, lo que sea. Me da un gustazo que en mi familia seamos tan ganosos con los deportes.
La verdad tengo más flojera que inspiración, una verdadera lástima, pero justo estaba pensando en unas (no tan) famosas palabras:
"A shiver came quick, grabbed me up by the back of the neck, and shook me down to the floor, through my shoes, to the floor, to the core of the earth. I muttered something, swallowed some air, science, miracles monkeys -a prayer-. I'll believe in anything when I'm there: I'm certain I've said that before..."
Como se podrán imaginar, los signos de puntuación los puse yo. Una gran frase. Quisiera que le encontraran tanto gusto como yo. Pero probablemente no se pueda; crecí con ella.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Not quite right

Si alguien me hubiera preguntado hace 3 semanas qué tanto quería regresar a México, la respuesta hubiera sido abrumadoramente convincente. Las expectativas, derivadas hasta cierto punto de la idealización de lo bueno y de aquella memoria selectiva, eran muy altas.
Por si alguien lo estaba pensando, no, no escribo para decir que a mi regreso he encontrado todo hecho un asco y que ya me quiero regresar. Mas he de confesar que ha sido algo muy raro, desde el momento mismo de pisar el aeropuerto.
¿Raro en qué sentido? Para empezar, aquellos irresistibles antojos de tacos de carnitas, ahora que estoy acá, se sienten como un antojo cualquiera, no hay esa desesperación para irme a comer fritangas los 7 días de la semana, aunque bien podría hacerlo. Cosa curiosa, ni siquiera ayer, 2 de febrero y día de atasque obligado de tamales, me importó demasiado no comer ni siquiera uno.
En otros sentidos, es como si el tiempo no hubiera pasado, como si nunca me hubiera ido. Recuerdo las cosas que hice poco tiempo antes de irme, los lugares a los que fui, y parece en verdad que han pasado apenas un par de semanas.
Lo que sí pasó, y que sabría que pasaría eventualmente, es que me topé de frente con algunas de aquellas cosas que tanto me molestan y me nefastean de este país y esta ciudad: la política y los políticos siguen siendo un asco y diciendo puras mamadas, el tráfico insufrible y bueno, otras cosas que no tengo que ennumerar pues todos los chilangos las conocemos perfectamente.
Pero en fin, el momento de epifanía llegó nada menos que en la condesa, lugar que nunca ha contado con mi aprobación pero que, si no tengo que manejar, me suele dar lo mismo. Yo la verdad no moría de ganas de ir pero ante mucha insistencia finalmente accedí. Una vez más, me doy cuenta que así como hay personas que no aceptan un NO como respuesta, hay otras que no saben decir NO.
El caso es que acabé yendo, primero a la mezcalería que no tiene nada de especial excepto la garantía de que invariablemente tienes que esperar por una mesa, si no es que te hartas antes y terminas tomándote tu mezcal (de pollo) parado, incomodando por supuesto a los "afortunados" que sí tienen mesa, pero que tienen que soportar tener su campo visual a la altura de la ingle de los parados. Ni tan chingón, ¿o sí?
La siguiente escala, con aire de eufemismo pues hay que deambular en el coche por lo menos media hora para tener un lugar de estacionamiento, si uno no está dispuesto a dejarle las llaves a esos oligofrénicos con chaleco del valet, era un lugar al que ya había ido hacía unos años (y recuerdo que la había pasado bien hasta que se puso hasta la madre), el pata-negra.
En verdad no entiendo cómo es posible que la gente se aperre para entrar, y que para lograr su cometido (ser "elegidos" por unos nacos con trajes de poliéster) estén dispuestos a jugar el jueguito de intentar caerle bien o incluso memorizar el nombre del cadenero, pretendiendo que lo conocen de años y que fueron los padrinos del bautizo de su sobrinita.
Como sea, no tuvimos que esperar más que un par de minutos, aunque poco tiempo duró el encanto de sentirnos importantes: ohhh sorpresa! el lugar estaba hasta la madre. Y lo increíble es que había mucha gente que a huevo quería bailar (era salsa night), por lo que además del calor humano y el evidente disconfort, los codazos y caderazos no se hicieron esperar.
Al final, tengo que decir que no la pasé mal, bailamos cuando el espacio lo permitió, y cenamos unos exquisitos tacos en el califa. Pero sin duda, podría haber sido una experiencia mucho mejor.
Y yo me sigo preguntando qué chingados le ven a la condesa...