viernes, 29 de agosto de 2008

My kingdom for a song

Sentí una imperiosa necesidad de dejar constancia de este día y el momento que tuve hace una media hora, una agradablísima confirmación. Ganas de quejarme, ganas de agradecer, ganas de llorar incluso.

Creo que todo fue producto mayoritariamente de la suerte, el azar o como quieran llamarle, el caso es que las circunstancias/constelaciones/señales divinas quisieron que pasara como pasó (bueno, no podría haber sido de otra forma o sí?). En resumen, ¿qué pasó? Pues que escuché una canción que me puso la piel de gallina. Uno de esos rarísimos momentos de epifanía, que te ponen súbitamente emocional, y no entiendes bien por qué. Ya me había pasado (no demasiadas veces) con música, pero creo que nunca con la primera oída, siempre relacionando el estímulo auditivo con alguna experiencia adicional. Así que me dio mucho gusto. Y algo de miedo, la verdad. Una mezcla de sensaciones un tanto indescriptible pero extremadamente placentera. Si pudiéramos hacer que nuestro cerebro probara mis chicharrones ahogados en limón, salsa valentina, tajín y salsa chamoy (de la buena), creo que provocaría un efecto similar (literalmente empecé a salivar tan sólo de escribirlo). O quién sabe, tal vez una gastro-encefalitis de aquellas jajaja.

¿La canción? Crown of love, de Arcade Fire. Como mencioné, fue algo tan circunstancial que es difícil de creer ahora que lo racionalizo un poco:

Para empezar, la semana pasada había intentado, sin éxito, bajar Neon Bible, el disco más reciente, así que me conformé con bajar Funeral, el primero. Estando de atascado corrigiendo una vez más los nombres erróneos y demás pendejadas del Zune, recordé que no lo había escuchado, y casualmente lo tenía en el orden incorrecto (la mencionada canción estaba primero debiendo ser la sexta). Me atrapó al instanté. Algo tiene, me trae tantas cosas a la cabeza que no sé qué decir. Sólo que será de mis favoritas para la eternidad. Y que, por mucho, es lo mejor (de lo poco) que ha dado Canadá a la humanidad. Bueno, claro, incluyendo a David Cronenberg...

Si no la han escuchado háganlo. Y si pueden bajar el disco (o comprarlo por supuesto), háganlo, es de lo mejor que he escuchado en mucho mucho tiempo. De esos que uno nunca quisiera que terminaran, o que de jodido tuviera 20 canciones...



miércoles, 27 de agosto de 2008

Macgyverismos a la australiana

Sí, lo sé, estaba en deuda con mucha gente que sigue este espacio. Y probablemente lo siga estando de cualquier forma pero espero que un poco menos. Y no es que me sienta obligado ni mucho menos, en especial con mucha gente que se mete al blog y yo seguramente ni enterado. O los chismosos que nada tendrían que estar haciendo aquí. O los analfabetas, que seguramente ni computadora tienen, menos aún acceso a internet. Y aunque contaran con ambos, nos vendría (a ellos y a mí) valiendo madres.

La cosa es que finalmente di con una forma de pasar algunas fotos a la computadora. Y de una forma bastante rústica y por demás heterodoxa, que se detalla a continuación:

Primer acto

Don Rosco llega bien cuco a la compu vieja de Simon, que tiene todas las ranuras para las tarjetas que necesita (de la cámara y del celular). Las fotos del viaje a esquiar son transferidas al disco duro de la mentada computadora; Rosco se pone feliz. Guiado por una premura poco comprensible, procede entonces a insertar la tarjeta del celular (MMC), pensando que es exactamente el tamaño adecuado. Ohhh sorpresa, la tarjeta se hunde completamente en la ranura. Qué tan malo puede ser -se pregunta, al ver que la tarjeta ha sido reconocida. Las cosas se complican aún más: las entradas de USB de la computadora no sirven, lo que significa que todo lo anterior fue completamente en vano.


Segundo acto

Sacar la tarjeta resulta no ser para nada algo trivial, pues resulta que las putas tarjetas MMC usadas en los celulares son del mismo ancho pero algo así como 15 mm más cortas. Ante intentos fallidos usando las pinzas de la swiss card, una regla y un cuchillo, decidimos proceder a abrir al paciente.
Complicaciones: ni siquiera desarmando completamente la unidad lectora se puede sacar la tarjeta; medidas desesperadas son requeridas. Después de unos buenos 5 minutos intentando por todos los medios, logramos finalmente sacarla con la ayuda de 2 cuchillos y 4 manos. El significado del nombre de la tarjeta queda en evidencia: Maldita Madre Complicada.


Tercer acto

Cansado de tantas pendejadas, Don Rosco decide que ya estuvo bueno. Dedicando unos minutos, descubre que la ranura de tarjetas SD de la laptop también lee MMC (no MMC-mobile, ese fue el problema de inicio), así que con la ayuda de un calendario viejo y cinta mágica, finalmente logra su cometido.


¿Cómo se llamó la obra?





jueves, 21 de agosto de 2008

Temo, ergo sum

Carajo...

Justo cuando menos ganas tenía de escribir, pasa lo inexplicable: el universo conspira y de alguna forma me embarra mi misión en la cabeza. Bueno no tanto así pero es que el episodio de ayer fue algo cagado, y simplemente relevante para el tema en cuestión.

Resulta que ya había medio decidido algo que (yo pensaba) resultaría interesante como tema de reflexión, y en otro párrafo escrito en otro lugar completamente diferente, Rodrigo decidió (con esa desidia de la buena, con 'C') ir a de una vez por todas afiliarse a aquel club de cinéfilos (?) de la universidad siguiendo aquellas señales divinas (y académicas) que le impidieron ir a Sydney el fin de semana. La peli en cuestión: The king of Kong, que si les pasa como a mí la primera vez, bien puede confundirse con la película del gorilón. Pero no, esta trata de otra cosa. Es un documental sobre la lucha por el récord mundial de Donkey Kong, aquel viejo juego de maquinitas, y ofrece por cierto momentos muy chuscos, una buena opción si se la encuentran por ahí alguna vez. Pero como esto no es un maldito blog de reseñas cinematográficas (ni yo pretendo ser crítico aunque sí critico), iré al grano (por fin!).

Organizan un torneo para despejar las dudas sobre quién es el mero mero. Ohhh sorpresa, el dueño original del récord (que duró algo así como 22 años) ni se aparece, simplemente se limita a enviar un muy dudoso video en el que sale rompiendo la recién impusta nueva marca. Para no hacer el cuento largo, se la pasa hablando y hablando, pero nunca lo vemos jugando, a pesar de que su contendiente rompió el récord jugando públicamente. Obviamente, como es un documental gringo, al final el cobarde se la pela en todos los sentidos y se tiene que conformar con su esposa redneck con bubis operadas (un premio de consolación nada malo para un guey de esa calaña, supongo).

También estuve pensando en aquella ridícula clase retratada en Donnie Darko (quien haya visto la peli no necesita explicación, pero para los que no...), donde una maestra de lo más asquerosamente retrógrada y apretada expone que todas nuestras acciones están basadas en la "línea de la vida", donde en un extremo se encuentra el Miedo y en el otro el Amor, supuestamente las 2 emociones más intensas que el ser humano es capaz de experimentar.

Del estilo de esas mamadas como las religiones ochenteras del new age, pero como todo, siempre hay pendejos para todo. Hasta para las religiones no-ochenteras (que como los malos vinos, se van haciendo más y más asquerosas con el paso del tiempo).

En fin, todo se remonta a que la semana pasada salió a colación el hecho de que una buena parte de nuestras acciones (refiriéndose al entorno laboral) son definidas por el miedo: miedo a que nos regañen, miedo a que nos descuenten lana, miedo a que nos evalúen mal, miedo a ser responsables de algo, et cétera. Y súbitamente: ¿y en los demás aspectos? Y tristemente coincidió con que el día anterior fui de atascado a comprar tic-tac de naranja, ahora me doy cuenta, no miedoso, sino aterrado, por si llegaba y otro güey (aún más atascado que yo) se las había acabado todas. Sí, todo tiene explicación.



Bueno, no, lo de las tic-tac no, la neta es una fijación como cualquier otra y una vez más, qué miedo probar las de mango porque seguro de ahí ya no salgo.

Pero y de lo demás? Si se pone uno a pensar, no sólo es el ex-plusmarquista de donkey kong escondiéndose por miedo a que le derrumbaran el castillo que su ego y su gloria le construyeron, somos todos dejando de hacer cosas o haciéndolas con tal de evitar confrontaciones con los demás y sobre todo con nosotros mismos que potencialmente nos pueden herir. Miedo a que el dios regañón me chingue aunque lo tenga más que merecido; miedo a conocer gente nueva (mejor los menosprecio y los estereotipo); miedo a no cumplir con las expectativas de los demás; miedo a que los demás me rechacen porque ellos tienen aún más miedo que yo; miedo a hacerse viejo; miedo a perder la corona en la copa Krilin (mejor no me presento y me quedo cheleando en el centro); miedo a terminar el libro porque quizás no me guste el final; miedo a no saber latín; miedo a aceptar que soy un miedoso...



Ya no sé qué más decir. Qué miedo...

lunes, 18 de agosto de 2008

One more with feeling

Como ya deberían saber a estas alturas del partido, soy una persona extremadamente curiosa y preguntona. La abrumadora mayoría de las veces, resultan ser simplemente preguntas retóricas, ya que no siempre las personas se interesan en las locuras y ocurrencias de los demás. Generalmente, tampoco están dispuestas a detenerse un poco y pensar. Claro, todos vivimos extremadamente ocupados, lo que casualmente se vuelve el pretexto perfecto, aliado incondicional para justificar la hueva y la desidia. Por supuesto que todos nos queremos sentir súper importantes, así que de alguna manera nos autoconvencemos de que efectivamente nunca hay tiempo para nada y cuando lo hay lo tenemos que usar para descansar de las miles de cosas que hemos estado haciendo (la principal, por supuesto, es pensar lo ocupadísimos que nos encontramos en todo momento).


Todo esto sale a colación porque en últimos días me he sentido como un verdadero inútil sin propósito en la vida, levantándome tardísimo y haciendo realmente poco durante las escasas horas de luz que me toca presenciar. Alguien me decía que para eso es el invierno, para dormir lo más posible, y hasta ahora me cae el veinte. Qué razón tenías...



En fin, de lo anterior se desprenden 2 temas:



Primero, he notado que esta relativa inactividad a veces me hace "culparme" a mí mismo, como si fuera algo malo. De repente se me olvida todo lo que hice durante la semana, la presentación, el trabajo en equipo, el ensayo que entregué, etcétera. Pero de nuevo, la autoflagelación que tanto nos encanta. Y me pregunto cómo chingados no conozco aún las zonas más turísticas de Canberra, como el War Memorial, Parliament House, el jardín botánico, etc. Ahhh tanto por hacer, tan poco tiempo...



Segundo, frecuentemente me pregunto qué hacen los demás, que se encuentran en la misma situación. Cabe mencionar que en mi grupo de amigos sólo yo soy estudiante de posgrado, el resto son universitarios, de intercambio o locales. Y aunque pasan bastante tiempo más que yo tomando clases, el esfuerzo requerido para hacer sus tareas y demás actividades nada tiene que ver con el mío. Así que podemos hablar de una paridad en lo que escuela se refiere.

Pues bien, supongo que tampoco ellos tienen demasiado que hacer, porque al menos ayer y hoy (sábado y domingo) se la pasaron un buen rato en la bibioteca; inicialmente creía que son bastante responsables, ñoños acaso, pero ahora creo que todo tiene otro sentido: simplemente acuerdan reunirse ahí para construir un sentido de pertenencia, ante la imperiosa necesidad de un pretexto para llenar las interminables horas de stand by del fin de semana. Qué horrible es el sentimiento de soledad, no?

Corolario: todo terminó en que se vuelven todos dependientes del Gran Rosco. Y no sólo por su incomparable buen humor, caballerosidad (para los estándares universales) e innegables dotes de gourmet (que literalmente me han hecho ser considerado marriage material por estas latitudes). Saben que el mexicano es como muy pocos (o ninguno): es a toda madre.

viernes, 15 de agosto de 2008

Who's Katie, anyway?

Sí cómo no...
El plan estaba hecho, había dizque una súper fiesta cerca de mi casa. Quedamos de vernos en mi depa. Iba hacia el sombrero de Indiana Jones pero ohhh sorpresa, qué buen putazo me llevé...
Ahora empieza a dolerme la rodilla, no lo niego. Pero al menos me divertí en la fiesta. Y agradezco no convivir demasiado con los coreanos. Se creen mucho porque tienen mucho varo. Pero aún así no escapan al gallito. La neta es que pudo ser mucho peor pero al menos no estuvo tan mal. Sin embargo, la música sigue siendo muy mala. Parece que no hay manera en la cual se pueda acceder a algo decente para escuchar.
Horror...
¿La solución? Caeré rendido ante algún excelente disco en unos 10 minutos.
¿Cuál? Sólo puedo decir que estoy en la M.
I can hear you. I can hear you. I can hear you. Can you hear me?
Sí, mi gran favorita. Ni más ni menos.

lunes, 11 de agosto de 2008

AFK-4446

Al menos una de las cuentas que tenía pendientes quedó saldada. Después de muchos años, finalmente se presentó la oportunidad de ver aquella vieja película de George Lucas llamada THX 1138.



No se apuren ni se extrañen si nunca han oído hablar de ella, supongo que no es precisamente lo más conocido de este cabrón, luego de hacer esas madres de Star Wars. Este fue su primer largometraje, producida ni más ni menos que por su mentor Francis Ford Coppola (sí, el de la saga aquella de mafiosos, cómo se llamaba???). Habiendo dicho eso, entenderán por qué un atascado como un servidor podría interesarse en verla. Bueno, por eso y por el hecho de que no había absolutamente nada que hacer un sábado en la noche que no involucrara ir a gastar 40 dólares en unas cuantas cervezas escuchando música chafa... triste en verdad.
La sede resultó espectacular, el National Film and Sound Archive, o Arc para los cuates, que vendría siendo como la Cineteca de por acá. Bastante más snob, por supuesto.

Curiosamente, dicho lugar queda justo enfrente (a no más de 50 metros) del lugar donde tomo mis clases (un edificio de posgrado llamado Sir Roland Wilson). Y por más que hubiera pasado por ahí por lo menos unas 15 veces, nunca lo hice de noche, y al llegar ahí ese día me quedé boquiabierto: desde la lejanía se apreciaba un espectáculo de luces multicolor, en perfecta armonía con la sobria pero elegante arquitectura del lugar. Lamento no poder ofrecer una foto, pero justamente esa noche olvidé mi celular... pero aquí está de día, y con un poco de imaginación podrán compartir la imagen conmigo:


Al fin tengo de nuevo una credencial de estudiante, que muchas veces me hubiera servido en México. Pero no hace tanta diferencia, porque te atoran de todos modos. La tarifa de estudiante era la bicoca de 8 dólares...

Sin más, entré, una sala bastante grande (y bastante más cómoda que la de la Cineteca, que parece haber sido diseñada para personas de 1.50 m o menos), y una asistencia mucho mayor a la que hubiera imaginado. Aunque si lo pienso, es George Lucas, y eso vende lo que sea. Hasta yo compré.
Hasta una breve introducción nos ofrecieron (lo cual explicó que hubiera un tipo sentado en la esquina de la primera fila unos minutos antes del inicio), blablabla a visionary film blablabla revolutionary blablabla we apologise for not having the 35 mm version (not that I gave a fuck either)...

Un inicio bastante interesante, innegablemente setentero, con un sentido del humor ácido que me cautivó, a pesar de estar presente sólo a cuentagotas. Un tema futurista, ubicado en el s.XXV, que confirma la aparente ingenuidad de quienes se atrevieron a predecir cómo sería el futuro lejano. Y que si uno no se quita todo ese bagaje cultural, podría ver como una avalancha de clichés. Y no es que no lo sea, simplemente no es una avalancha, es más como una llovizna.

Efectivamente, tampoco es que Lucas sea el Hitchcock de la ciencia ficción. Acude al muy replicado ambiente (1984 fue publlicado 22 años antes) de la sociedad-súper-autoritaria-cero-privacidad. El héroe capaz de ver más allá de las normas sociales, que se rebela y arma un desmadre. En ese sentido, nada nuevo bajo el sol. La gracia de todo esto radica en la estética de la ambientación, un "minimalismo atascado" à la redneck.

Sea como sea, una película interesante pero ohhh sorpresa, en ese momento me di cuenta de que mi sesión de sauna de hacía un rato no fue la mejor idea. Me avergüenza decirlo, pero confieso que hubo algunos lapsos de la película en los que me fue imposible mantener los ojos abiertos. Digo, tampoco es que me perdiera demasiado.

Definitivamente, lo que se llevó la película fue la burla que hace de los confesionarios, donde una gran imagen de cristo en acetato (justo como la de abajo) se encendía al entrar, y una voz totalmente robotizada asentía con indiferencia cada determinado tiempo: yes... yes, I understand ...yes, I see... could you be more...specific? Y todavía ves a los pobres cabrones desahogándose y esperando ser escuchados por esa ridícula grabación jajaja. En eso sí se quedaron cortos los visionarios. Apenas vamos en el siglo XXI y ya resulta aún más ridículo. (Las máquinas estas al menos no violan niños.)

Un botón más como muestra de la tendencia deshumanizadora, que es hacia donde parecen apuntar todas las hipótesis sobre cómo irá a ser el futuro. Al principio víctimas y luego cómplices de normas y reglas y leyes y prejuicios que resultan abrumadores para el espíritu libre. Y cámaras en todos lados porque parece que el control (y el inminente voyeurismo público) sobre la gente es lo único capaz de excitar a la muy jariosa derecha (aparte de ir a confesarse por supuesto). Y en muchas partes parece que resultaría un poco innecesario, pues la gente ya se comporta como robots...

Pero eso es tema suficiente para otra ocasión...

The future is here!

¿Será que dejamos al presente atrás y ni cuenta nos dimos?

Madres...

jueves, 7 de agosto de 2008

A time to know oneself

Es verdad, ya no soy el escritor prolífico de hace un par de meses, tal vez esté perdiendo un poco el toque (qué tal con ese último post ehhh? jajajaja). Y sin embargo, acá sigo, de nuevo con mis inverosímiles narraciones.

Ahora, sin embargo, no hablaré de las enormes y evidentes diferencias entre aquí y allá. Eso sería demasiado sencillo y conformista. Y repetitivo. Y de hueva. Ahora que lo pienso, no entiendo por qué desde que estoy aquí me la paso hablando de otros, cuando en verdad siempre quiero hablar DE MÍ. Así que como les encanta decir a los psicólogos de por acá (que por cierto se sienten muy cabrones por tener un par de PhDs, nada menos), hoy me pondré el sombrero de blogero egoísta.

Resulta que hoy hace exactamente 3 semanas iba llegando, con unas maletas pesadas como la chingada y una cabeza llena de dudas e incertidumbre, la principal dónde demonios iba a vivir. Ahora las dudas se han ido despejando, la cortina de humo poco a poco ha ido asentándose permitiéndome ver un poco más hacia afuera. Sí, todavía no he lavado mi ropa, pero ya me siento como en casa, acoplado casi a la perfección a una nueva etapa de estudiante. Y bueno, supongo que aunque no nos demos cuenta, nunca dejamos de estudiar. Pero no siempre somos conscientes de ello. En mi caso, sí, voy a la escuela, hago tareas, presentaciones y ensayos, pero todas estas circunstancias en las que me veo inmerso me enseñan también bastante sobre mí mismo.
He confirmado que el frío efectivamente me la pela, y que por increíble que parezca soy menos friolento que mis amigos europeos. Como increíble también parecería el que sea bastante ordenado con mis cosas, pero saben que no miento. Otras cosas se han vuelto evidentes, también: el inglés académico no es el mismo que el inglés dominguero. Y las tic tac de naranja saben igual en todo el mundo. Y sí, desgraciadamente retomé mi adicción a ellas. Cosa no tan mala, sin embargo, pues cuestan un poquito más que en México (a diferencia de mi amada cerveza que cuesta por lo menos el triple).

Desde que llegué me planteé la posibilidad de vivir acá un tiempo, intentar aferrarme a una vida primermundista. Y aunque no llevo mucho tiempo, mhhh, no lo sé, pero creo que no es tan fácil como parecía a la distancia. No es sólo una cuestión de dólares ni poder adquisitivo, es tantísimo más que eso. Es no poder expresarte al cien por ciento como quisieras, es no poder siquiera saludar de beso a tus amigas, o de mano a tus amigos, o de abrazo a ambos, si te da la pinche gana. Es la no posibilidad de levantarte un domingo al mediodía e irte en chanclas al tianguis a comer fritangas por 30 pesos.

No, no quiero sonar nostálgico ni deprimido, porque nada más lejano a la verdad. Es justamente eso de lo que consta todo esto: tener que estar lejos, para poder sentirse cerca de nuevo; ser ajeno para volver a pertenecer. Viajar 12,000 kilómetros para tener una buena perspectiva de nustra persona. Y para extrañar horrores a los míos.

Y qué decir de todas las promesas...
El prólogo está escrito, el epílogo es ya conocido. Don Rosco regresa, las promesas son cumplidas. Y las prometidas cuentas son saldadas (por supuesto).

viernes, 1 de agosto de 2008

Meta-post (o sea, un post que habla de otro post)

Ahhh qué bien se duerme envuelto en nada más que algodón; valió la pena el sacrificio, y las 3 horas (y no exagero) que duró mi peregrinación por todas las putas tiendas de esta ciudad para encontrar unas sábanas decentes y una funda para edredón, sin tener que desembolsar para ello cantidades ridículas; sí, claro que hay sábanas de algodón egipcio, de mil hilos, pero yo no estaba dispuesto a pagar 140 dólares por ellas.
Reía solo, me frustraba, pataleaba; no es fácil tomar esas decisiones que te van a afectar durante todo un año.
Ingenuamente, pensé que en unas cuantas horas me daría tiempo de escoger sábanas, una funda para edredón, una almohada (o dos), shampoo, un tapete para el baño, una toalla de manos, jabón para manos y todas esas pendejadillas que uno nunca toma en cuenta pero que si no las tiene mhhhh resulta incómodo.
Ahhh, y no sólo eso, también pasar al súper y comprar comida para la semana, y aparte todas esas cosas que se necesitan a lo largo del tiempo, como mostaza, servilletas y vayan ustedes a saber...
No habría necesidad de decirlo, pero como se imaginarán, llegué casi de noche a mi casa, con únicamente dos bolsas, en las que estaba el juego de sábanas, el edredón y unas cuantas cosas más para comer; ya pasaba de las cinco y había desayunado un jugo de naranja, lo cual definitivamente no es una buena idea para ir al súper...
Ahora tengo que volver allá, no hay mucho problema porque queda a tres cuadras de mi casa, pero obviamente estar acá escribiendo mi odisea por el canberra center tampoco ayuda a mi causa, lo bueno es que hoy por ser viernes cierran más tarde (o sea, a las seis o seis y media...).
Tendría que estar cerrando y concluyendo cosas, pero ni siquiera sé de qué demonios quería hablar.
Evidentemenete, el hecho de que hoy haya llovido y no tenga absolutamente nada mejor que hacer me obligó a hacer esto; pido una disculpa de antemano por la baja calidad de este post tan horrible, que no borraré por un simple sentido de ética de escritor de poca monta.
Así que como se imaginarán, ya me urge que sea primavera, o que al menos los días se hagan un poco más largos, realmente necesito abandonar el horario de vampiro que he adoptado el último par de días.
Mire usted nomás, señor Don Rosco: más le vale espabilarse, y nada de pretextos ehhhh? porque si algo sabe ya es la importancia de las endorfinas en nuestra existencia...
Ok, pues ahora entiendo: es hora de desempacar las ligas y dejarse de pendejadas.