viernes, 27 de febrero de 2015

La naturaleza (humana)

Extraño comenzar así a escribir en otro medio pero supongo que es mejor que nada.
Sólo han sido 10 días, pero ha sido un viaje intenso en Tailandia. Desde nuestra llegada a Krabi, conocimos a un portugués, João, que muy para su desgracia suena como argentino (por la novia). Unas horas después, conocíamos a Aníbal, el único otro mexicano que hemos visto por acá y que, curiosamente, gusta de masajear bancas cuando se encuentra bajo los efectos del -ejem- tabaco.
Siguieron días intensos de fiesta en Ko Phi Phi (Kimberly de Escocia y su acento asesino) y unas boludas argentinas que pese a sus espectaculares atributos hablaban inevitablemente puras boludeces.
Agotados y con la cuota de desmadre cubierta por al menos un mes (en cualquier otro contexto) salimos -escapamos, más bien -para Ko Lanta, buscando redención y playa.

Poco nos duró la ilusión pues en cuanto llegamos al hostal conocimos al siempre jovial Philip (berlinés, 27) el cual nos reintrodujo al camino de la perdición.
La primera noche significo también el reencuentro con Lieke, la holandesa angelical que habíamos conocido una semana atrás en Penang. Desafortunadamente, siendo este su primer viaje en solitario, gustaba de rodearse de cuanto viajeros sea posible (y para acabarla de chingar, puro tornillo) lo cual fue francamente anticlimático.
Así también lo fue mi primera experiencia con mi propio scooter, con el que me di de cenar en apenas 5 minutos (consejo para novatos: dejar de acelerar suele ser efectivo cuando está uno intentando frenar y no darse en la madre).

Ni pedo, así es esto. Con el orgullo mallugado y codo y rodilla sanguinolentos, dimos el rol por un par de días en la isla, comiendo cosas deliciosas en un mercadito (exquisita salsa verde tailandesa incluída). De regreso esa noche, haciendo escala en el Mungo Bar, sede de la half moon party a la que acertadamente decidimos no acudir la noche anterior, cocimos a unos güeyes suecos, buena onda pero que cómicamente  ignoraban por qué la gente los creía putos. ¿Serían acaso sus playeras sin mangas coordinadas y su apariencia súper sofisticada? Quizás.
Ese día no enfiestamos gracias a una increíble hueva post-cena. No pasa nada -pensamos- mañana es San Valentín.

Al día siguiente volvimos por más paseo en la isla. Ya para ese entonces mi conducción había mejorado notablemente así que lo disfruté bastante. Día de playa, estudiantes de intercambio, un güey igualito a Jesucristo y un viejo de Montreal que no nos cayó mal, aunque luego se volvió incómodo cuando nos dimos cuenta de que iba acompañado por un cambodiano de unos 20 años.

Esa tarde mi vida cambió pues probé el Laab, el platillo más delicioso que he probado en mis dos visitas a este hermoso país de exquisita comida.

Por la noche, como preparativo para la gran fiesta que se avecinaba, conseguimos un aventón al mercado del pueblo. Sung, un tipazo del hostal se detuvo al vernos en la calle. Más comida, una especie de pez de concha redonda con hueva que parecía paella, brochetas al carbón pero tristemente sin rastro de mi amada salsa verde sobre rollos primavera del día anterior.
También hubo juegos de destreza, de esos que uno ya sólo ve en las ferias de pueblo: tronar globos con dardos, tumbar latas con una resortera, y demás madres truculentas. El mejor juego, y que desgracia /afortunadamente no existe en México, sin duda, tirar una pelota a un blanco para tirar a un ladyboy al agua...

Para la noche salimos a guerrerear -ahem, enfiestar- en compañía del señor-vengo-de-intenso-voy-a-conocer-a-todo-quien-se-me-ponga-enfrente, Philip.
Para ese entonces, el cabrón ya había hablado con unas quince personas para sondear el interés de los huéspedes del Metallic (gran hostal, 5 europeas en nuestro cuarto cada noche y un área común en el segundo piso que incitaba al pecado). Por desgracia (más bien por fortuna, como se habría de demostrar horas después), todos estaban de huevones así que sólo fuimos mandamos una representación de cuatro (Thao, 20, alemana de ascendencia vietnamita) al campo de batalla.

Fue una de esas noches en el que hay buenos presagios por doquier: el mejor de todos, comprar una cervezota en la tienda por 55 bhats y poderla ir tomando en la calle a gusto.
Después de un par de cuasi-caguamas Chang, terminamos inevitablemente en la playa, no sin antes pasar por un lugar de música en vivo con unos hippies que, aunque desafinado, por lo menos tuvieron la decencia de tocar Have you ever seen the rain.
La fiesta estuvo de antología pero presiento que es hora de dormir pues en estas cabañas flotantes en Khao Sok cortan la electricidad a las 11.30 pm. Pero no hay cuidado. Volveré muy pronto.

viernes, 3 de agosto de 2012

Pare de sufrir

...y así, sin más, terminó la relación más bizarra y surreal de mi vida.

Sin dramas, sin mentadas, todo bastante civilizado. Pero sobre todo, sin emoción. Y eso, en mi opinión, es lo más impresionante. Su incapacidad de sentir, de conectarse con otros, de experimentar empatía. Sin duda, recordaré a Alex McK por las razones equivocadas. Eso sí, estoy seguro que, con los recuerdos, habrá también muchas carcajadas.
Derramé ya mis tres lágrimas, porque aunque ella no, yo sí soy una persona afectiva. Se sintió bien, y todo esto adquiere ahora un tono un tanto anecdótico.
Y para que no se me olvide, ahora que sigue fresco procederé a ennumerar algunas de las particularidades de mi querida Alex:

  • Nunca, ni una sola vez, emitió un cumplido hacia mi persona. Y digo, no es que sea el señor dechado de virtud, pero es algo básico. Eso sí, no le quedó de otra más que aceptar (a regañadientes) que mis platillos (la lasaña en particular) son de otro planeta.
  • Después de haber salido unas 3 ó 4 veces (y esto incluye ir al cine), no le pasaba por la cabeza que mis intenciones iban más allá de la amistad. Su hermana tuvo que decirle.
  • Declinó mi invitación para ir a presenciar un recital internacional de piezas de Chopin (!).
  • ¿Su único regalo hacia mí? Un perro de peluche comprado en Target. No quiero mencionar los que yo le di a ella, pero estoy seguro de que puse bastante más esfuerzo y buen gusto que eso.
  • No toma alcohol, a pesar de que su papá siembra uvas para vino. Tampoco toma café, refresco, no tolera la comida picante, no le gustan los mariscos, y por supuesto no tiene vicios. Su única debilidad conocida es el chocolate. 
  • Detesta las demostraciones públicas de afecto. Llegó incluso a molestarse porque en una ocasión hacía frío e insistí en que usara mi chamarra. Yo sólo traía una camiseta debajo y casi me enfermé al día siguiente. Ella, por supuesto, ni las gracias me dio.
  • A pesar de que el inglés no es mi lengua materna, ella hacía notar cada vez que cometía un error gramatical en los mensajes de texto. Esto incluye la omisión de espacios después de comas, errores obvios de dedo y otras cosas que el noventa y nueve punto nueve por ciento de la gente ni notaría ni se molestaría en indicar. Ella también cometió algunos, pero cada vez que yo se los señalaba, no le hacía ninguna gracia.
  • Durante el año y medio en que nos conocimos, de los cuales unos nueve fueron saliendo y cuatro 'oficiales', nunca hablamos por teléfono. Jamás. Todo fue por texto. Intercambiamos un par de e-mails, y ella insinuó que si le hubiera mandado alguno durante navidad para expresarle mis buenos deseos, lo hubiera percibido como desesperado y needy.
  • Su interés en la música es prácticamente nulo.
  • Sorprendentemente, tenía una noción bastante amplia del cine. Después de ir a una proyección al aire libre de Taxi Driver, me dio una lección de cinematografía. Curiosamente, odia las comedias románticas y demás, pero le encantan las de acción, sangre y explosiones. ¡Vimos la trilogía del Transportador! No todo es negativo, después de todo.
  • No apreció mis sábanas de 500 hilos. Es más, sostiene que no encuentra ninguna diferencia entre ellas y las suyas de poliéster. Y duerme, por lo general, boca arriba, inmóvil. Nada de hacerse taco.
  • Viene de una familia donde el contacto físico es nulo. Nada de besos o abrazos, ni en cumpleaños, ni en navidad, ocasiones especiales, nada.
  • Desde el primer día me dijo que ella no quiere tener hijos ni casarse. Para ser justos, sus papás están divorciados, pero aún así, nunca había conocido a alguien con tanto cinismo con apenas veintitrés años de edad.
  • ¿La causa de la ruptura? La invité a un festival (Harvest) en noviembre. Lo tomó como una señal de que yo me veía con ella hasta noviembre, lo cual implicaba un compromiso innecesario, formalizar demasiado. Eso la asustó. En pocas palabras, Sigur Rós la asustó.
A partir de hoy, entiendo a quienes hablan del abuso emocional. Eso es lo que yo experimenté, y a pesar de que nunca fue nada con lo que no pudiera lidiar, confieso que una dosis de normalidad me vendrá muy bien.

lunes, 18 de junio de 2012

Cobijando al consumismo

Mmmmta, estaba pensando en este gran pasatiempo que solía tener en mis épocas de veintitantiañero, el escribir, y decidí darme una vueltecilla por estos polvorientos rumbos. Caray, cómo pasa el tiempo, y es que me doy cuenta de que ha pasado más de un año desde que escribí por última vez; y es que tengo un maldito hábito de procrastinar y dejar cosas para después que para qué les cuento...
Por supuesto, muchas cosas cosas han acontecido desde marzo del 2011, un viajecillo al Medio Oriente del cual me encantaría que hubiera más documentación -porque qué bueno estuvo-, otra ida a México -los dos meses que más me han hecho dudar sobre si realmente quiero quedarme en Australia-, una novia australiana, la aplicación para la residencia permanente y, por supuesto, la adquisición de mi cobija de lana islandesa. Y es justamente de este último tema tan mundano del que tengo ganas de escribir en estos momentos antes de caer en los brazos de Morfeo. 

Dicha cobija, por la que pagué la ridícula cantidad de USD $280 (lo que al tipo de cambio actual equivale a unos 4000 pesos mexicanos), es supongo, mi último capricho (prefiero ignorar el Galaxy Nexus que compré la semana pasada pues fue más una necesidad, en vista de que mi actual teléfono me saca de quicio por completo). ¿Cómo es posible que alguien pague tanto por una puta cobija? -muchos se preguntarán. Pues la verdad es que, a ciencia cierta, yo también me lo pregunto. Supongo que fue la combinación de varios factores:

Primero: la cobija formó parte del lanzamiento del nuevo disco de Sigur Rós, Valtari, el cual me tuvo en suspenso por cosa de un mes. Todo por culpa de un DVD absolutamente cautivador llamado Heima (que en islandés significa casa) que reavivó mi fanatismo por el grupo). 

Segundo: se trataba de una edición limitadísima, la segunda para ser exactos, consistente de sólo 300 ejemplares para todo el mundo. Cuando por casualidad entré al sitio y vi que todavía quedaban disponibles, no me pude resistir. Ah, cómo joden los principios económicos (¿o mercadotécnicos?): los bienes escasos vaya que son más codiciados.

Tercero: soy un necio, y al parecer nada aprendí de aquella vez cuando Depeche Mode fue a México (2004-2005, no recuerdo con exactitud) por primera vez en más de una década; como era de esperarse, los boletos volaban y era ridículamente difícil acceder al sistema de ventas por teléfono de ticketmaster. Como en ese entonces yo trabajaba en gnp, tenía un teléfono con altavoz y marcado rápido con el que podía marcar y marcar y marcar hasta que entrara la llamada. Me tomó cosa de 2-3 horas, pero al final, la maldita llamada entró, y ¿qué hace el atascado? Pues obviamente comprar el máximo de boletos permitidos, o sea 8. Los podría colocar sin problemas, pensé. Y con razón, pues de inmediato mis colegas de ese entonces me pidieron algunos, lo que me dejó con unos 4 por colocar. De inmediato algunas personas los anunciaron en internet, con precios disparándose a más del triple del precio original (según recuerdo costaron alrededor de $600 y ya los vendían en más de $2000!). Yo por supuesto, cegado por la avaricia, decidí esperar más para que el precio siguiera subiendo. Por qué, lo ignoro, pues hasta ese entonces mi interés en volverme revendedor de boletos era tan cuantioso como el de enrolarme en un seminario para volverme pederasta con sotana. En fin, para no hacer el cuento (aún más) largo, al poco tiempo anunciaron una nueva fecha, aún mejor (en sábado en vez de viernes) y yo me quedé con las ganas de que me salieran mis boletos gratis. Muy al contrario, mis amigos fueron los ganones, pues terminé regalándoselos con tal de que no se desperdiciaran por completo, lo cual no impidió que me quedara con uno o dos sin utilizar...
Pues bueno, todo esto por lo de la mentada cobija, pues pensé que, en caso de que me arrepintiera por pagar tanto por ella, siempre la podría vender y obtener una buena ganancia, no? Al fin y al cabo, en estos tiempos de ebay, y con una edición tan limitada (600 en total), se me antoja difícil que no haya por ahí alguien interesado.

Cuarto: la cobija está realmente chingona!



...el único problema es que, como son hechas a mano en una comunidad muy pequeña, no la tendré hasta noviembre de este año!

Al menos tendré tiempo para decidir si efectivamente vale lo que pagué por ella...

Toda esta disertación me ha dejado agotado. Será mejor irme a dormir, arropado en el exquisito edredón de plumón de pato que compré hace un par de semanas...

Y no, ese tampoco fue capricho. El frío invernal en Canberra es un asco.

miércoles, 9 de marzo de 2011

La elegía de la profecía de la trilogía

He vuelto.
Estaba escuchando un disco de The Cure, Show, cuando recordé mis épocas escandinavas, allá en el cada vez más lejano 2002. En ese entonces mi buen amigo Aldo, queretano, ignoraba por completo sobre la existencia del mencionado grupo (el cual al parecer es también favorito de los güeyes de Sout Park, lo cual sin duda es un gran plus), cuando yo propuse un viaje ex profeso a Hamburgo para verlos en vivo. Aunque tomó un poco de convencimiento de mi parte, al final se armó un viaje muy cagado, 4 mexicanos, todos viviendo en el guetto en Jönköping en el que se localizaba nuestra residencia estudiantil, Råslätt. Al final, sólo Aldo y yo fuimos al concierto, y cuando íbamos en camino, a medida que nos acercábamos a la estación donde bajaríamos al estadio, el metro se llenó gradualmente de gente vestida de negro, desde darketos, rucones de treintaitantos, skinheads y a quienes simplemente describiría como los emos de principios de siglo. Claro que, en gente de 25+, no dejaba de llamar la atención, y más en grandes concentraciones. En algún momento, este cabrón hasta me preguntó preocupado si los cabrones de The Cure eran como de dark metal o una madre del estilo, jajaja. Al final, el concierto no estuvo tan bueno por el hecho de que yo no conocía muchas de las canciones que tocaron, no son de esos grupos que tocan casi puros éxitos mezclados con el nuevo disco: no, estos chingones fomentan a que uno explore más a fondo en su música, y vaya que tienen un arsenal de reata en sus pantalones. Como sea, unos años después tuve mi revancha (aunque he de confesar, en malos lugares y mala sede, el infame palacio de los rebotes). Y la verdad es que Hamburgo está de poca madre, sin mencionar que para eso tuvimos que atravesar Dinamarca, con llantas prohibidas, nada menos; traíamos las de nieve, no permitidas en Alemania pues todavía no empezaba a nevar ahí. Una experiencia memorable.



-fin del acto primero-

Hace casi exactamente un año, cumplí uno más de mis caprichos musicales, asistiendo al concierto de los Pixies, el cual fue además mi primer concierto en Australia.
Pues predeciblemente estuve jode y jode a mis amigos para que fuéramos, porque Luis no tenía ni puta idea de quiénes son. Si acaso conocería Where is my mind. Ya ni porque vive en Sydney el cabrón.
Otra cosa muy chingona fue el habernos quedado en el Intercontinental, con vista a la casa de la ópera y el jardín botánico. Gracias a mi recién estrenado descuento, un cuarto cuyo precio normal es de ca. AUD340 (unos 4200 pesos al tipo de cambio actual, una real mamada) nos salió más barato que un hostal.
El viaje cumplió además otro propósito, pues ahí se conocieron (el ignorante) Luis y mi amiga gringa Meredith, a la cual creo haber mencionado en un post, en mi recuento de los daños del concierto de The Dead Weather. Un año después, siguen juntos, a pesar de (y gracias a) la distancia. El concierto, uff. Espero que mi reseña le haga justicia a esa excelsa experiencia musical. Cuando la leí, motivado por los eventos narrados en la entrega que viene a continuación, vi que hablé sobre el concierto pero no de mucho más. Y ahora todo adquiere sentido...


-fin del acto segundo-


Una de las cosas positivas de las redes sociales es que te enteras de cosas que, de otro modo, seguramente ni al caso. Pues este fue el caso hoy hace unas horas, cuando en el news feed de mi teléfono vi una actualización de facebook del perfil de MGMT anunciando unas cuantas fechas en Australia en cosa de unos días. Pues de pura casualidad vi que quedaban boletos para su concierto en Sydney, a cosa de 48 horas de que ocurra. Y de nuevo, hablar, tratar de convencer, persuadir, ese estira y afloja que debería ser totalmente innecesario cuando se trata de buenos grupos, pero en fin...
Ahora en cosa de 2 días se cerrará lo que supongo es una trilogía. Una trilogía de conciertos, de entre unos 30 a los que habré ido, que comparten un vínculo del que no me había percatado hasta hace unos momentos: esa noche en Hamburgo, en mi primer concierto fuera de México, The Cure tocó su trilogía (la cual presiento es ligeramente más cabrona que la mía): compuesta por Pornography, Disintegration y Bloodflowers. Unas verdaderas joyas. Años después, mi primer concierto en Australia, sobre el cual escribí añadiendo también una lista de grupos que me gustaría ver en vivo en algún momento. Y resulta que MGMT está ahí. Y justo hoy, minutos después de comprar los boletos, The Cure (¡en vivo!) hizo su aparición en el shuffle del ipod. El ciclo se completa; los motivos, los conciertos primerizos, los amigos incrédulos, la pura sabrosura.
Jajajaja tanto choro para estas mamadas del destino y mi profecía. Seguramente es un caso de wishful thinking. Röyksopp va al D.F. este mes si mal no recuerdo, maldita suerte. Será para la próxima, espero. Y Pulp ya se reunió, así que quién sabe... en fin, se vale soñar.


-fin del acto tercero-


viernes, 24 de septiembre de 2010

Homenaje al Dr. Cara de Tráiler

Jajaja. Y así, con ese título completamente sin sentido, sin más, comenzaré una muy necesaria entrada en este olvidadísimo blog.
Como siempre, después de tanto óxido acumulado, lo mejor será ser breve y conciso, evitando a toda costa aquellos desvaríos de los que soy tan adepto. Me limitaré, pues, a relatar algo de lo sucedido durante los últimos 10 días...
Todo, he de aclarar, a pesar de que he estado trabajando como esclavo; la codicia se ha apoderado de mí, y nadie podría culparme considerando que los domingos pagan casi 40 dólares la hora...
En fin, recapitulando un poco, hace un par de meses decidí comprar un celular. Para quienes me conocen, o mejor dicho, quienes me conocían durante aquella fiebre de los celulares acaecida por ahí de los años 2001-2003 durante los cuales absoultamente todo el mundo dejaba de respirar cuando lanzaban el nuevo Star-Crap de esos Motorola de doble pantalla horrorosos, sabrán que hasta que me fue posible, yo siempre me rehusé a ser esclavo de la moda. Tener un celular era de esas cosas que más que una ayuda era en verdad un puto desmadre. Recuerdo en especial un modelo de Sony Ericsson al que le tenías que conectar la cámara en la base, la cual tenías que cargar en su propia funda. Como sea, el punto es que nunca fui alguien a quien le importara demasiado ese aspecto de la vida cotidiana.
Dicha tendencia duró hasta hace no mucho, cuando mi Nokia, chafa y barato pero ultra-delgado y con una pila que le dura 5 días, llegó a colmarme la paciencia: no es para menos, pues tan sólo para abrir un mensaje se tarda la friolera de 5-10 segundos. Al principio lo toleraba, pero en verdad es que te acaba por sacar de quicio y dan ganas de darle unos buenos martillazos.
En fin, me decidí por un Samsung, con touchscreen, bastante chingón. Todo iba bien hasta que el otro día lo conecté finalmente a la computadora, intenté actualizar el firmware, y pum! de repente, se quedó convertido en un tabique inservible. Así como lo leen, un puto tabique de varios cientos de dólares. Ahora resulta que lo tengo que mandar a otra ciudad a arreglar, donde está el único centro de servicio de samsung en toda Australia, donde se tardarán al menos una semana en conectarlo a su computadora y hacerle cualquier mamada, por la que por supuesto me cobrarán 50 dólares (ya que lo compré por ebay así que la garantía no es válida en este país, los muy hijos de la chingada...), y le darán en la madre a todos mis contactos, mensajes, etc, etc. Una verdadera ganga.

En unas cuantas notas más positivas:

1)El sábado pasado fui finalmente a la embajada de México, con motivo de la fiesta del bicentenario. Estuvo bien, salvo el hecho de que llegué 3 horas tarde por tener que trabajar ese día. Pero tequila y coronas gratis hicieron que valiera la pena, definitivamente.

2) Hace unos días me dieron finalmente el reemplazo de mi llave azul, la cual da acceso al edificio y a mi piso después de las 9 pm, y al área de la albera, el gimnasio y el sauna a cualquier hora. La anterior desapareció misteriosamente (estaba rota y tendía a desprenderse del llavero), y llevaba cosa de 4 ó 5 semanas sin una, lo cual representaba por supuesto un verdadero desmadre, sobre todo con mis ocasionales hábitos fiesteros.

3) Finalmente, hace unas horas recibí mi auto-regalo de cumpleaños. Se trata de un reloj, uno de esos G-Shock indestructibles, que, casualmente, compré en un sitio neozelandés pero que envía los relojes desde Hong Kong... como sea, está muy chingón, como podrán comprobar:



Sí, se ve bien, pero se ve aún mejor en mi muñeca.

Por cierto, antes de que lo olvide, quizás iré a Foriade la próxima semana. El festival de tulipanes no es tan importante. Lo que me tiene intrigado son esos payasos REALMENTE tenebrosos que he visto en tierras australes:





viernes, 11 de junio de 2010

Euforia mundialista

Hoy tuve mi primer final. Applied Investments, por si alguien se lo preguntaba. Y aunque los pasados días estuve "estudiando", la verdad es que no pude dejar de pensar en lo que va a pasar mañana. Es la mejor sensación posible, la expectación. Aunque sin album, desgraciadamente. Ni hablar. Lo mejor, a pesar de todo, es que me puse la playera de México para ir al examen, claro, debajo de 2 capas de ropa, pues estábamos a 7 putos grados (sin mencionar que después del ocaso, a eso de las 5 iba a bajar a 3°). Pero eso no importó, pues yo me encargué de mostrar orgulloso el verde inolvidable de la camiseta de la selección; lo malo es que tal vez al 90% de la gente le valió verga pues son chinos y el fútbol les vale poco más que cacahuates. Pero en fin, eso no me desalentó, pues unas horas después la camiseta recorrió 3 bares en total. Y me di cuenta de que a los australianos también medio les vale madres. O será porque saben que se los van a cenar fácil... o más bien porque les encantan los deportes de mucho contacto donde los jugadores van directos a la ingle del contrario, cuando todos llevan unos shortcitos que serían la envidia de la mismísima bibi gaitán. O sea medio putones los cabrones, pero en fin, vaya que se ponen como locos con sus deportes de cavernícolas. Pero en fin, esto no era para hablar de esto, sino de ello. Y como se podrán imaginar, ya hay una reunión planeada para mañana, en cosa de 14 horas, donde iremos a ponernos felices, para luego ir a First Choice (la vinatería de los campeones, a 2 cuadras hacia el norte), posiblemente por un cartón de Coronas para estar a tono con el gran triunfo de los tricolores.
Aunque quién sabe, quizás también haya shots sudafricanos (ya les contaré después, pero son muy cabrones). Y mi cuate Ty, sudaficano no me ha respondido la invitación para venir a ver el partido. Seguro ya sabe lo que le espera: unos montoneros restregándole en la cara lo malos que son sus bafana bafana...
En fin, primero dios, que México gane al menos 5 puntos esta vez. Putos uruguayos y franceses de porquería. Se creen muy chingones por haber ganado hace 12 años, o 2 veces hace mil. Vamos a darles en la madre, por favor, mega ratones!
Venga!!!

martes, 8 de junio de 2010

De mucho, poco. Y de poco, nada.

Sé que merezco el desprecio popular por ser tan negligente, pero en fin. Ha sido un mes bastante ocupado. Es que ha tenido de todo: festejos de última semana de clases, festejos de que el día cayó en viernes, festejos por gente que se va, también. Pero es que, en verdad, ha sido una temporada de mucho contenido, que por decencia debería comentar. Es que, para variar, sería como una telenovela, no, mejor dicho una serie, producida por HBO, de alto presupuesto. Seguro a la gente le gustaría.
No. Tampoco. La verdad es que el vivir en otro país por un tiempo prolongado es algo difícil. Sí, les gusta el acento (y algunas otras cosas), pero la gente es fría. Nada de saludos de beso. Ni siquera estrechar manos. Aunque uno, a la larga los acostumbra.

He vuelto a jugar futbol. Un buen amigo español nos invitó a Duncan (escocés adicto a South Park, referido anteriormente) y a mí a jugar un torneo organizado para conmemorar el Mundial, entre embajadas y consulados. Con camiseta de gachupines, pero ni modo.
En fin, en el primer partido ganamos 3-1 al combinado iraní, con un gol y una asistencia para un servidor. Es que la clase no se pierde al dejar de jugar unos cuantos años (habrán sido al menos unos 11 años desde aquel entonces del Atlético Pacherdo, en las canchas de la alberca olímpica.
Como sea, la victoria significa celebración, y vaya que la tuvimos.
Sin embargo, al viernes siguiente, jugábamos contra Macedonia. 13-1 a Nueva Zelanda. Candidatos al título.
Pues llegamos, entumidos y todo, aunque sólo eran las 6 de la tarde. Es que por acá ya baja por las noches a 1° (la semana pasada), o a -3° (los próximos putos días!). En fin, dominamos los primeros 10 minutos, pero sin marcar. Yo salí de inicio, pero después de unas salidas de contragolpe y persecusiones al muy tocado delantero macedonio, fui a la banca un par de minutos para recuperar el aliento. Pero en cuanto regresé, recuperé balón en la banda izquierda (juego de defensa pero me gusta subir a atacar bastante), conduje el balón unos 20 metros, llegué a línea de fondo, y toqué la diagonal de la muerte, a la salida del portero. Finalmente abrimos el marcador, casi al final del primer tiempo. Llegó el segundo, y anotamos el segundo. Yo pensé que eso los iba a desmoralizar, pero no. Es que metieron el 1-2 a los dos minutos, y el 2-2 unos cuantos después. El pelirrojo no es nada confiable en la portería. Nos engañó a todos, por medir 1.94 y decir que alguna vez jugó de portero en algún momento. Seguramente habrá sido en cuarto de primaria, porque de portero tiene el cabrón lo que yo de panista de mierda. En fin, perdimos 4-3, y ya no hay posibilidades de llegar a la final porque calificamos segundos de grupo (eso seguro porque jugamos contra Nueva Zelanda esta semana). Pero como sea, eso no nos impidió hacer lo que siempre hacemos en un viernes en la noche: empezar con unas chelas en mi depa para luego salir a algún pub en la ciudad (que siempre resulta ser O'Malleys, a 3 cuadras de mi casa), y luego ni para qué contar. Buena noche, con buenos amigos, donde incluso hubo bailongo a unas canciones totalmente desconocidas, con una MILF-guerrera. Que casualmente hace cine. A gusto.

Pero en fin, lo que sirva para agarrar. En fin, ese no era el punto de todo esto. Es más: ¿cuál era?

miércoles, 5 de mayo de 2010

On the rocks

Ayer fue uno de esos días de clima loco. Canberra es de esos lugares sin una temporada de lluvia tan definida (al menos no tanto como los malditos 8 meses de tráfico insufrible y baches). Y este año, el otoño ha sido razonablemente benigno. Pues desde ayer, parece que el período de gracia ha terminado. Estuvo lloviendo todo el puto día, con raros intervalos de sol que parecerían indicar que los ángeles necesitan tiempo para recargar sus vejigas y seguir dándonos en la madre.
Pues hoy el cielo amaneció esplendoroso; aunque he de aclarar que yo no fui testigo de lo anterior como hasta las 10 am, mi hora habitual (y lujosa) de levantarme de la cama. Al disponerme a salir, pensé ingenuamente que una camiseta térmica de manga larga y una playera serían suficientes para afrontar el día. Minutos después, lamentaría mi poco juicio...
Una tarde HELADA, ni más ni menos, me esperaba. Ni la excelente selección musical podría mantenerme a una temperatura decente. El pronóstico dijo 4-14°C, y yo, en la pendeja total. Es que a veces 14 suena a mucho, pero en realidad nada. Sobre todo si es la máxima!
En fin.
Después actualicé mi atuendo, y ya todo estuvo mejor. Pero sé que ahora toda salida implicará suéter obligatorio...
Y pasó algo chingón, a final de cuentas: hablé con un conocido, por segunda vez, y resultó ser tan atascado como yo con South Park! Un escocés que aparte me estuvo dando una lección de whiskey (no lo llamen 'scotch' a menos que sea de muchas maltas), que supuso, oh gran sorpresa, de gran utilidad para el futuro...

Fuck you, Johnnie Rojo!