martes, 9 de junio de 2009

El príncipe de los cocodrilos

Mucho pasa, aunque es difícil reencontrar el hilo de la escritura de nuevo. Me da vergüenza el ver lo poco que he escrito en épocas recientes, aunque he de decir que los pretextos se agotan pues en unas horas entregaré mi último proyecto del semestre...
Pero basta de escuela pues ya tengo suficiente con (casi) toda la gente que me rodea, obsesionada con las calificaciones y esas madres. Hay miles de cosas de las que preferiría hablar antes.
Curioso, cómo las cosas se mueven en espirales. Parecería que todo regresa a su punto de origen, aunque evidentemente en otro plano; nada es exactamente igual. Ahora casi todos los expatriados regresaron a México, y seguramente se reanudará la fase post-adolescente de todos (y la verdad qué envidia). En mi caso, ya son prácticamente once meses de estar en el exilio, y qué rápido ha pasado todo.
He descubierto una pasión oculta: la cocina. Y no, no me refiero a mi hábito de comer parado en la barra, sino al arte de cocinar. No podría estar más satisfecho con los resultados, y creo que los afortunados que han compartido mi mesa tendrán que convenir. Y cómo no, si más de una vez me he encargado de demostrar que la comida mexicana es la mejor del universo.

Por otra parte, mis greñas han ido poco a poco desapareciendo, ya estaba un poco cansado del desmadre que el pelo rizado implica; y creo que acerté pues el mullet es lo de hoy (y si no me creen sólo esperen a que estrenen la película de MacGyver). Lo único malo es que el invierno ya está oficialmente jodiendo y extraño mis orejeras naturales.

Para concluir, he de decir con tristeza que mi obsesión por llenar mi zune de música ha quedado en el olvido, en parte porque ya no me he dado el tiempo de estar bajando música. Qué tiempos aquellos de diez discos en una noche... aunque eso me ha hecho redescubrir todo lo bueno que ya tengo. Y vaya que es bastante.

Y vaya que he perdido práctica...

No hay comentarios: