Así es Rubito, tienes toda la razón. No había pensado en eso. Se cumplieron dos años de una pérdida irreparable. Ya no tiene caso llorar: todas las lágrimas se han secado. En su lugar, y mucho más apropiadamente, tuve que ir a servirme un vaso de whisky en las rocas, y brindar en silencio a la distancia. Vivir felices es la mejor forma de rendir homenaje a un amigo que sólo eso querría para nosotros. Y claro, la amistad es de esas cosas que siempre estarán ahí, por más tiempo que pase, por grande que sea la distancia que nos separe. Bueno, aunque Silvia no se digne a visitar a los olvidados chilangos...
Besos y abrazos, nacionales y de exilio.
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