domingo, 1 de marzo de 2009

Historia de cuatro ciudades

Primera parte - The further, ¿the better?

Apenas pasaba de las cinco de la mañana, comprobé que Aventura tenía razón pues casi no dormí nada, y para no variar, el aeropuerto ya estaba hasta la madre de gente. Una gran proporción de la gente era, no sorpresivamente, pochos volviendo de regreso a EEUU. Y como buenos mexicanos, todos voltándonos a ver, intentando adivinar hacia dónde se dirige cada quién. Al parecer a todos les encanta la idea de sentirse importantes por estar haciendo cola en la terminal internacional, como si entre más largo sea el viaje, más derecho tenga uno de barrer a los demás... no pude evitar notar las caras de quienes estaban a mi lado al ver la etiqueta en mi backpack que leía "Qantas premium hand luggage": -qué pendejos, se les olvidó poner una u después de la q...-




Segunda parte - Go west

Diez horas suenan a demasiado para muchas personas, pero no para ti. Tú ya estás, si no acostumbrado, al menos resignado a que así sea. Y pinches gringos hijos de la gran chingada, no pueden soportar NO sentirse amenazados, aunque uno ni quiera quedarse ahí ni un minuto más de lo necesario. A fuerza la quieren hacer de jamón. Pero no pasó nada, te vi pasando, manejando la situación con maestría, literalmente.

Mucho qué hacer, mucho qué caminar, nada con qué tomar una maldita foto. Buena la hiciste, aunque ese chilli dog hizo que se te olvidara todo, ¿verdad?


Como sea, afortunadamente los pobladores de la ciudad no hicieron honor a la famita de la misma. Y un gran clima por cierto, justo como te gusta, soleado y templado.

Tercera parte - Ain't no easy way

Pobre Rodriguito, la inevitable chinga de un vuelo transatlántico de catorce horas y media. Lo bueno es ese modo de viaje que adopta con tanta facilidad, sólo con la ayuda de uno de esos antifaces que dan en los aviones y con ayuda del cual durmió por lo menos nueve de esas horas.

Al llegar a Sydney, sin embargo, y ya en estado de completa vigilia, las pesadillas apenas comenzaban en su mundo. Toda esa planeación que le daba poco más de una hora para pasar por migración y cuarentena antes de abordar el camión que lo llevaría a su destino final se fue básicamente a la chingada por tantas cosas completamente fuera de su control, y contra las que ciertamente su carisma poco podría hacer para hacerlo salir airoso.

Para empezar, tuvo un inexplicable e inédito problema con su visa, que al parecer tenía un número diferente al del pasaporte. Aparte de criminales, ineptos. Y lentos pues tuvieron que pasar no menos de veinte minutos para que la situación quedara resuelta. Ya para entonces, con un ojo en el carrusel del equipaje y otro en el reloj, fue como si prendieran la calefacción en aquella sala. Una interminable cola de personas esperando ser inspeccionadas hacían sospechar que los escasos diez minutos para la salida programada del camión a Canberra eran demasiado poco. No hubo de otra: como buen chilango, se las arregló para meterse a la cola. Y con ello, acelerar un poco su caída a un círculo inferior del inframundo del hemisferio sur.

Justamente ese día los inspectores de la cuarentena se encontraban de un humor muy juguetón; para desgracia de nuestro agotado viajero, el juego del día se llamaba vaciemos-las-maletas-de-los-que-vengan-de-México-cargando-meses-de-provisiones-y-dulces-en-polvo-blancos-sospechosamente-similares-a-la-cocaína. Él no tenía demasiadas ganas de jugar pero en esas circunstancias uno tampoco va a quedar como un cobarde sacatón, así que ni hablar. No sólo aceptó gustoso, sino que también sugirió otro aún más divertido: les-apuesto-a-que-vuelvo-a-guardar-todo-lo-que-me-acaban-de-sacar-de-las-maletas-en-un-par-de-minutos-porque-me-deja-mi-camión.

Después del lúdico intercambio, Rodrigo corrió como loco, arrastrando y no rodando aquella asquerosa maleta de treinta y tantos kilos cuyas ruedas habían por supuesto valido madres.
Ahhh pero el camión seguía ahí, y qué bueno porque si no se hubiera tenido que esperar tres frustrantes horas en el aeropuerto a que partiera la siguiente corrida. Para entonces venía hecho sopa, con un nivel de estrés equivalente al que hubiera experimentado si efectivamente el contenido de aquel botecito tuviera un valor en el mercado de unas cuantas decenas de miles de dólares. Ni siquiera reparó en el hecho de que, por ser el último pasajero en abordar, le tocara sacarse la rifa del tigre: ir al lado de un gordote, uno de aquellos que se las ingenian para desparramarse hacia el otro asiento sin importar que haya un posa brazos de por medio. Aunque a esas alturas, eso poco importaba pues lo único en su mente era una gran sonrisa, que se extendía de lóbulo a lóbulo.




Cuarta parte - Roll with it


Todo transcurrió sin mayores incidentes en el camino a Canberra. Si acaso podríamos mencionar que durante un arranque de pasión, cuando yo y mis galletas nos disponíamos a consumar una relación carnal (¿o sería harinal?), nuestro voluminoso compañero nos echó unas miradas anunciando sus ganas de comernos en el acto. Nos separamos casi en seguida. No queríamos seguir incitando celos ni envidias a nuestro alrededor. Si lo sabe dios, que no se enteren los gordos -pensamos-. A continuación, Z y yo intercambiamos algunas bonitas palabras, hasta que ella accedió a cantarme al oído mientras yo caía, agotado, en un profundo sueño.


Un par de horas después finalmente llegamos a la gran capital, aunque para entonces mi relación con mi maleta azul se había deteroriado drásticamente, llegando al punto de querernos ahorcar mutuamente. Como se rehusaba a moverse del todo, de las greñas nos fuimos, muy lentamente recorriendo la cuadra y media que nos separaba de nuestro destino final. Unos veinte minutos después abrimos la puerta, completamente exhaustos pero satisfechos.

Como muchos podrán imaginar, ese día nadie quiso cocinar. Simon y yo fuimos a comprar algo para comer.

Aguanté despierto hasta la noche; cuatro ciudades en treinta y ocho horas pueden resultar demasiado para mi cuerpo. Pero no para mi inquebrantable espíritu...

1 comentario:

Surfer Rosa dijo...

Hay Rodrigo me recordaste tanto mi regreso a México, yo me aventé también 4 países en dos días en las mismas chingaderas, el cansancio mas infernal que he podido aguantar. que bueno que ya estas en casa....adios