domingo, 27 de julio de 2008

Snowboardeando por las nubes

Ahhh muy anunciado, muy esperado, poco planeado y magistralmente ejecutado.

Así fue el viaje a esquiar que tuvimos en Fallscreek este fin de semana. El jueves en la noche se acabó de definir todo y no nos quedó más remedio que asistir puntuales a nuestra cita con el destino. El medio de transporte (lo más improvisado de todo) resultó una camioneta Kia Sorrento, propiedad de un suizo que yo pensaba medio mamón y niño rico pero resultó ser a toda madre.

Fue un largo camino de más de 6 horas, algunas paradas y mucha adrenalina; estábamos violando la increíblemente estricta ley australiana al ir 6 en una camioneta para 5 (un polizón en la cajuela). Y eso lo hizo aún más especial.

Como si los asistentes supieran inconscientemente lo que pasaría en las siguientes horas, todos se subieron en el asiento trasero, dejándome como responsable de copilotear, cambiar de música y abrirle las botellas al conductor. Algo raro, con eso de que yo iba del lado izquierdo.


Tuvimos que regresar un momento porque se nos olvidaba la música (o sea mi Zune); sólo por si acaso, pensamos, pues Felix (el suizo, no el gato) traía su ipod en el coche, así que no habría problema. Ohh sorpresa, resulta que su ipod no tenía nada de pila. Ya después me di cuenta de que fue mejor así porque el cabrón traía puro trance y madres electrónicas, buenas para un rato pero que después de media hora en el coche ya sólo te hacen pensar en estrangular a quien se deje.

Momentos mágicos, que esperaba desde hace 6 años. Toda la emoción de ver materializado finalmente el sueño recurrente de mucho tiempo, hasta que me di cuenta que esos 6 años son en efecto MUCHO tiempo y que a uno se le olvidan las cosas por más que uno crea que las tiene más que dominadas.

En conclusión, bastantes madrazos sobre el snowboard, demasiado frío para intentar ir a las pistas negras (sólo para expertos y/o fanfarrones), nalgas entumidas y un labio sanguinolento.

Pero eso no fue todo. En un alarde de inexplicable tronquez me torcí el tobillo al bajar del lift. No lo sé, podría ser un esguince pero la verdad lo dudo mucho, ahora puedo caminar sin problemas aunque sigue habiendo un poco de dolor.


De vuelta a la tierra, supongo. Uno no pertenece ahí, y la nieve no perdona.


¡Esperen! La historia aún no termina, pues había un largo camino de regreso por recorrer. Nuevamente a todos les encantó la idea de que yo siguiera adelante, responsabilidad que nuevamente acepté gustoso. Y he de decir que aunque el regreso invariablemente resulta más tedioso y deprimente que la ida, la libramos con bastante gracia. Una selección musical impecable, justo como en la ida, que vio pasar una gran cantidad de músicos iberoamericanos (i.e. Café Tacuba, Caifanes, El gran silencio, Manu Chao aunque sea dizque francés, Juan Luis Guerra, Kumbia Kings), la cual gozó siempre de gran aceptación y que siempre fue ad hoc con los ánimos de los presentes.


El momento estaba anunciado. Los ánimos y el cansancio lo exigían. Finalmente, hizo su aparición: mi itotele, que tanto trabajo costó traer desde México, hizo su aparición. Primero discretamente, pero subiendo de tono casi imperceptiblemente, fusionó su sonido con las bocinas de la Sorrento, hasta llegar al punto en el que todos lo exigían. Al cambiar de música, sin embargo, mis habilidades de percusionista se vieron exigidas (y juzgadas) como nunca antes: había un público cautivo y sediento de ritmo y sabor.

No quiero seguir con mi interminable choro como de costumbre, sólo les cuento el clímax: ante la petición de The Man Who Sold the World, del Unplugged de Nirvana, acompañé la canción de tal forma que la ausencia de David Grohl en la batería ni se notó. En un emotivo final, obtuve el reconocimiento de todos, que hasta aplaudieron en aprobación absoluta de mi interpretación. Y significa mucho, porque vaya que el público europeo es complicado.

Sí, un cuerpo abatido y cansado, pero con el ánimo por los cielos. Fue una experiencia difícil de olvidar.

¿Fotos? Claro que las hay. Lo que no hay por el momento es la forma de pasarlas de mi obsoleta cámara a la laptop, así que pido paciencia. Ya las compartiré uno de estos días...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder Rosco, no te cansas de escribir tanto chorizo? creo que ni tu te crees tanta jalada! eso de David Grohl... jajajajaja
Al parecer no nada más llevaste tu pseudo ritmo contigo, sino también un mega chorizo!

Rosco Rosco Rosco dijo...

Sí, está mal que yo lo diga, pero sí, llevaba mi mega chorizo. Y no sólo allá, lo llevo básicamente a todos lados...

Anónimo dijo...

rocco eres mega ñoño por llevar tu aparato musical...y ademas super naco por tus chorizos....