viernes, 11 de julio de 2008

¿Qué me pasa?

En efecto, cada vez falta menos. 3 días y medio para ser exactos, así que pensé que es un buen momento de escribir una de las últimas entradas en esta ciudad y este país.
¿Saben? Por una parte, he desperdiciado demasiada energía tratando de señalar los defectos e inconveniencias de vivir en esta ciudad olvidada por los dioses. Y vaya que hay demasiados. Pero por otro lado, todo este tiempo de vacacionista voluntario me han servido en demasía para aprender a valorar todas esas cosas que uno da por sentadas. Mi pretensión no es sonar cursi ni explotar ningún cliché, pero efectivamente, uno aprende a valorar las cosas cuando no las tiene, o en mi caso, cuando está a punto de dejarlas. Hoy por hoy, sé que lo que importa es vivir para ser feliz, no para quejarse, no para pelearse con la humanidad, y sobre toda las cosas, no para anhelar lo que no se tiene.
No tengo ni idea de dónde viviré, a quiénes conoceré ni si la maestría que elegí es la mejor opción. Pero sé que me iré a ser muy feliz, y ojalá, a contagiar a los demás. Tengo muchísimas expectativas que sé que serán cumplidas con creces.
Pendejeando en la página de la universidad, encontré una pequeña guía de orientación, donde hablan del llamado Shock cultural. Es esa incomodidad inicial cuando uno llega a algo totalmente desconocido, o incluso antes, todas esas cosas que uno experimenta en la antesala de un cambio de tal magnitud en nuestro estilo de vida. Afortunadamente yo ya pasé por ello una vez cuando me fui a Suecia, y en ese sentido no me espanta. Pero aún así, ahora que lo pienso lo único que siento es una inconmensurable emoción ante lo que viene, tranquilidad y gratitud. Justo ahora estoy al borde de las lágrimas de la felicidad que siento, y quisiera que todas las personas experimentaran esta sensación alguna vez.
No hay nostalgia, ni remordimiento, mucho menos tristeza.
Ni el ayer ni el mañana importan.

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