jueves, 3 de julio de 2008

El carreño del chilango del siglo XXI

A consecuencia del inevitable cambio generacional, seguramente muy poca gente (si es que queda alguna) recordará aquel Manual de urbanidad y buenas costumbres, el Carreño.

Y cómo no, si sólo leer el interminable título da una súper hueva:
Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre.

Yo pensaba que el autor era español pero resulta que es en realidad venezolano, y publicó su magnum opus por ahí de 1853. Por referencias familiares, sé que al menos a mi papá le tocó fumarse el mentado tratado, un siglo después de que fuera escrito. Eso nos muestra qué poco cambiaban los cánones de las "buenas costumbres", y me hacen preguntarme muy seriamente qué tanto han cambiado desde entonces. Sobre todo, si comparamos con una sociedad más evolucionada, como la francesa, por ejemplo. Si consideramos que el cine es un reflejo más o menos certero de las condiciones sociales e ideológicas imperantes, resulta que las películas que ya se hacían en los 60s en Francia levantarían algunas cejas hoy en día en nuestro país...

Pero aterrizando un poco en el contexto contemporáneo de la Ciudad de México, pensaba en qué forma ha cambiado la manera en que interactuamos con los demás. Definitivamente, esas ocasiones de interacción son cada vez más frías, distantes, efímeras, hostiles e impersonales (¿verdad, adictos al messenger?).

Pero bueno, creo que la única etiqueta válida debería ser siempre el sentido común. Y desgraciadamente, resulta ser el menos común de los sentidos, por lo que personas como un servidor que somos consideradas con el prójimo nos la pasamos asintiendo en reprobación de los actos sociópatas que presenciamos en todo momento.


Eso me lleva a enlistar ciertos patrones de conducta que, aunque parezcan hasta cierto punto triviales, para mí podrían definir algo así como el Coeficiente Social de una persona. Por ejemplo:

  • Primero que todo, la etiqueta al manejar el coche. ¿Acaso cuesta tanto poner la puta direccional, o dejar pasar al que te la pone? ¿O qué tal el imbécil que te quiere rebasar por la derecha y cuando no lo dejas se emputa?

  • Mención especial para los cruces de cebra (peatonales), y a quienes acostumbran obstruírlos. Escúpanles de mi parte, por favor!

  • El trato con la gente que se ve forzada a atendernos por la naturaleza de trabajo (i.e. cajeros bancarios, empleados del súper, meseros, etc.). Cuántas veces me habrá tocado ver una actitud despótica y discriminatoria hacia esas personas, y la neta uno debería ser más empático. A menos de que exista un gusto por que le escupan a la comida...

  • Respetar el orden de llegada a una cola. Nunca falta el típico naco que se quiere meter en doble fila, saltarse el turno en la salchichonería... y si alguien les dice algo, por supuesto se hacen súper güeyes...

  • El carrito en el súper. Cómo me súper encabrona porque además es lo más común. NUNCA FALTA la señora fodonga que deja el carrito atravesado enmedio del pasillo, o que de plano va en la pendeja, justo a la velocidad a la que más jode. Cuando me toca presenciar esto, suelo llegar a moverles o de plano chocarles el carrito. Pero lo más preocupante es que, si así maniobran en el súper, ya se imaginarán lo bien que manejan la Windstar...

  • La típica: contestar el celular en el cine, o en el salón de clases, o básicamente en cualquier situación inapropiada. Sin palabras.

  • Para acabar, tirar basura en la calle. Qué mamada.

Seguro se me fueron bastantes, si se les ocurren más déjenme una mentada donde les plazca. No hay problema si sacan un poco el cobre. Así nos vamos conociendo más.

1 comentario:

Pip3ns dijo...

Definitivamente a mí me falta mucho sentido común, pero trabajo en tenerlo. !!!Es de lo mejor!!!