Resulta que hace rato le hice de chofer para llevar a mis papás a Perisur. Como fue una petición de última hora y yo ya estaba predispuesto a echar la hueva hasta la hora del fútbol, y en vista del clima tan veraniego, me negué rotundamente a cambiarme las súper chingonas bermudas que traía puestas.
Justo al llegar mi papá me decía que en Perisur se encuentra uno con la peor calaña de gente: así es, me refiero a los nacos con dinero.
Uno siempre tiene que ir con los ojos bien abiertos para poder apreciar la gran variedad de fauna que frecuenta lugares como ése. Pero en esta ocasión me tocó ser a mi el bicho raro: al parecer a mucha gente se le hace inconcebible que alguien esté en viernes con bermudas y chanclas, porque en verdad que recibí unas miradas como si el demonio se hubiera escapado de la sede del PAN.
Bueno tampoco seamos tan dramáticos, la verdad es que acepto que tengo buen chamorro, así que supongo que alguna mirada furtiva fue de admiración o envidia.
En fin, a lo que iba, y juntando un poco esta anécdota con una ocurrida hace unas semanas, donde discutía con alguien en ese mismo centro comercial, es la impresionante cantidad de gordos, panzonas, obesos, desparramadas, et cétera. Hoy simplemente confirmé lo que ya sabía, pero estaba pensando qué chingado derecho tendrá esa gente, que aparte de todo se pone pants y tenis como si fuera muy activa y de ahí se fuera al gimnasio, de ver con extrañeza a un servidor. Y que conste que sí me peiné (bueno más o menos), así que ni siquiera me veía como Robert Smith sin maquillaje.
Como sea, me la pasé muy bien. Llevaba una selección musical excelsa, así que iba más bien aislado del mundo exterior (y creo que eso incluye a mis papás...). En conclusión, escuchar buena música hace agradable, incluso, presenciar el desfile de lonjudos.
Andas de simple? Este video viene muy ad hoc y me hizo reír mucho. Provechito...
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