domingo, 22 de junio de 2008

Como niño con juguete nuevo

Durante muchos años me han acompañado un par de padecimientos. Uno es el consumismo y otro la indecisión. Como verán, no son demasiado compatibles y sobra decir que me han causado más de un dolor de cabeza. Frustración, arrepentimiento y lo que ustedes quieran, afortunadamente hoy me llevaron a decidirme ipso facto sobre un asunto que estoy por revelar.
Resulta que desde hace muchos años, a pesar de mi tan conocida negación artística y musical, he tenido la impresión de que eso de tocar las percusiones no se me da nada mal. A falta de una intrucción en forma o siquiera algo en qué tocar, siempre me la paso pegándome en las piernas imitando la batería de mi música favorita. Pero a partir de hoy, eso cambiará.

Dicen que no hay mal que por bien no venga, pero hoy la historia de lo ocurrido nos dice exactamente lo opuesto. Todo empezó con una película rumana, llamada 4 meses, 3 semanas, 2 días, supuesta ganadora absoluta del festival de Cannes del 2007 si mal no recuerdo.

Si quieren mi opinión, deberían llevarse ropa cómoda o incluso una almohadita si quieren verla.

Bueno, el caso es que ahí en Loreto había una madre como exhibición cultural de Cuba, y lo que vi por ahí resultó en amor a primera vista: un tambor de 2 caras similar a uno que utilizé en una fiesta de Red Bull mencionada con anterioridad en este mismo espacio.

El guey del puesto enseguida sacó su choro sobre la calidad y rareza del mentado tambor, que es de los que utilizan al interpretar la música ritual, Santería. Ahora investigué un poco sobre el particular y al parecer el guey este no me choreó tanto, ya corroboré la mayoría de lo que me dijo. Sobra decir que los precios que manejaban no eran precisamente lo que uno esperaría por una artesanía de por allá, y que el pagar lo que piden tampoco le deja a uno la sensación de que está ayudando a los cubanos necesitados. Pero al menos le regateé y me rebajó 20 pesotes, aunque le pedí una banderita cubana y se negó, regalándome únicamente una calcomanía. Nada mal, supongo. Peor no haberle hecho la lucha...

Pues resulta que mi nuevo bebé se llama Itotele, y esá dedicado a un tal Ochún. Como yo ni tengo el gusto, me viene valiendo madres, pero bueno, un poco de conocimiento nunca mató a nadie. Aparte de eso, forma parte de un conjunto de 3 tambores llamado bata.



Se supone, bajo los cánones de la religión afro-cubana, que ninguno de los tambres puede ser tocado sin los otros dos. Como evidentemente me faltaron 6 brazos para ser el hombre pulpo, sólo espero que no me vayan a linchar algunos fanáticos de los rituales de la Santería por no cumplir esta regla.



Presiento que esta fue una excelente compra.

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