sábado, 22 de noviembre de 2008

Tongue in cheek

Así como una golondrina no hace primavera, una noche de mala música no representa el fin del mundo. Y ciertamente no hay cosa en este mundo capaz de mermar el inquebrantable ánimo de este humilde mexicano errante en tierras australes.

Estoy en la víspera de un gran viaje para el cual he estado pensando adjetivos. Impredecible, fortuito, excitante, imprescindible. Creo que al final de cuentas, las palabras salen sobrando. Llevo más de 2 meses frotándome las manos, y finalmente el día ha llegado. No puedo evitar sentirme ansioso y emocionado para afrontar lo que será uno de los viajes más largos que haya hecho en mi vida. Cuatro semanas de lugares en los que nunca he estado, y a los que probablemente nunca regrese. No puedo evitar sentirme muy afortunado y agradecido por esta oportunidad que se me presenta. Un premio por no sé cuántas cosas, la principal supongo, la osadía de estar aquí.

Hoy Simón mi roomie se fue a su pueblo, y dio inicio una sensación rara, al margen de toda la parafernalia del inminente viaje; parecerá tonto, pero el depa se siente demasiado silencioso. Y presenciar despedidas al término de la cena acrecentaron esa nostalgia. Cosas que inician, cosas que terminan. Viejos conocidos, lugares nuevos; historias que llegan al epílogo, mientras prólogos inéditos o inconclusos esperan impacientes ver la luz de un nuevo día.

Tengo tantas cosas en la cabeza que no puedo más que disculparme por estas ideas tan enredadas.

Pero no se preocupen, ya habrá más, mucho más cuando esté de vuelta, a la menor oportunidad. Esto es sólo un hasta pronto...

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