domingo, 21 de diciembre de 2008

House in order

Gran sorpresa me llevé a mi regreso a Canberra: Simon SÍ había limpiado todo el departamento, tal y como había dicho tiempo atrás. Bueno, le faltó limpiar mi cuarto pero eso era de esperarse. Pinche australiano egoísta, ¿qué le costaba? Como sea, en ese momento no le di mucha importancia pues era medianoche y lo único en mi mente era dormir en mi cama de sábanas de algodón y dos almohadas de distinto espesor. Los días subsecuentes, sin embargo, estuvieron llenos de desmadre pues mi amigo Stefan llegó al día siguiente y dejó la estancia literalmente convertida en una trinchera pues tenía que empacar y dejar listas sus maletas. Ahora que ya no están, tuve que empezar mi propio desmadre en el depa para evitar sentirme raro. Sí, suena estúpido pero es cierto. Aunque no es para tanto, pues llega el punto en el que saco a relucir mi lado obsesivo-compulsivo. Y fue entonces cuando me decidí a acomodar mi cuarto. Un verdadero desastre, pues fiel a mi costumbre de guardar pendejadas en la cartera, y posteriormente en el escritorio (según yo para llevar control de todo lo que hago), he tenido que revisar y tirar al menos 40 papeles regados por todos lados. A lo largo del inconcluso proceso, me he encontrado con muchas cosas que he guardado por alguna razón que aún ahora no me queda demasiado clara. Por ejemplo, el boleto del cine cuando fui a ver THX 1138, o infinidad de comprobantes de cada vez que sangro mi paupérrima cuenta de ahorros. Hasta notas del súper, de cuando recién llegué, cuando según yo iba a comparar precios para buscar las mejores ofertas en cada cadena. Como se podrán imaginar, no tardé mucho en darme cuenta de que era ridículo andar perdiendo mi tiempo en esas cosas, pero esos malditos papelitos siguen y siguen apareciendo.


Y con ellos, mágicos viajes a épocas insospechadas; recuerdos de cuando era estudiante de tiempo completo y no un completo vago hedonista. Bueno, no es para tanto, pero ustedes comprenderán.


Ahora, el 523 está lleno de vida: sí, carece de una computadora dedicada a juegos en línea por lo menos 6 horas diarias (cortesía de mi antisocial roomie), pero la buena música y los episodios de South Park y Flight of the Conchords viven hasta altas horas de la noche. Y no más cricket, por dios santo. Puto deporte de mega hueva. Al contrario: ayer, la repetición de la (decepcionante) final de Roland Garros, y hoy, la come-uñas final de Wimbledon. Lo cual me recuerda el repasón que le di a Stefan como regalo de despedida en 3 sets. Espero que el siguiente semestre encuentre a alguien que me dé pelea en tenis. Y tal vez en fanfarronería pero eso lo dudo bastante…


Ahora me cae el veinte: tengo bastantes discos para bajar. Esta ha sido una temporada especialmente prolífica para los lanzamientos de discos interesantes, y estoy bastante rezagado. The Cure, The Killers, Buena Vista Social Club, Dido (sí, me gusta y qué), Oasis, Peter Bjorn & John, Travis, Lilly Allen… ufff hay hartas cosas en qué entretenerme.


Así que si el tiempo lo permite, tendré en qué entretenerme en esta venidera semana de natividad solitaria. Digo, yo, que no tengo a quién ladrar. Si ustedes tienen, qué chingón, en verdad. Yo sólo espero que disfruten esta temporada de fiestas, posadas, vacaciones y pseudo-invierno matutino. Se agradecerán sus mentadas particulares…


P.S. Después de todo, sí extraño a Simon: se llevó el Wii el hijo de la chingada…

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