viernes, 26 de marzo de 2010

La música en el pueblo

Qué pinche fastidio, querer huevonear en la cama pero con un puto calor infernal. A veces quisiera que fuera socialmente aceptable bajar en pelotas a la alberca y al sauna. De jodido envuelto en una toga de sábanas de algodón. En fin, es lo que uno se gana por no haber querido pagar 15 dólares por un maldito ventilador... es que se supone que el verano ya terminó y ya ni al caso, pero en fin, no lo voy a comprar por unas semanas.
Como sea, ese no era el propósito (aunque quizás una de las principales causas) de escribir mi acostumbrada sarta de incoherencias. Más bien era el relatar los sucesos de la noche pasada, una inesperadamente espectacular noche más bien. Si alguien me hubiera sugerido ir a ver a The Dead Weather probablemente hubiera proferido uno de mis habituales mhhhrghhhhhhhh (acompañado de un encongimiento de hombros). Una vez googleado, seguramente hubiera aceptado sin chistar, y es que la neta ver a un virtuoso como ese tal Jack White no es precisamente una oportunidad que se presente todos los días.
La noche empezó sospechosamente tranquila, y es que aunque los boletos decían que el evento comenzaba a las 8.30, uno como buen chilango, acostumbrado al usual desmadre que implica un concierto, nosotros decidimos llegar bastante tiempo antes.
Llegamos al lugar del concierto: un inusualmente vacío UniBar, donde yo había visto alguna vez a algunas bandas locales en un escenario montado en la zona exterior, en lo que estos australianos llaman pretenciosamente un beer garden. Total que llegamos, y en esta zona no había escenario montado, y en las mesas habría no más de 30 personas, tomando cerveza plácidamente. De repente sospeché lo peor: una cancelación de última hora. Una vez más, sacando el cobre chilango fatalista- hay demasiada poca gente, a huevo algo malo está por pasar-. Pero no, el concierto iba a ser adentro, lo cual tampoco me tranquilizó por completo, pues la cola para entrar, a escasos 5 minutos de la hora estipulada, era de unas 20 personas...
En fin, una vez adentro y con mis dudas plenamente resueltas, nos dispusimos a relajarnos (lo que, por supuesto, implica una buena chela). Ni modo, hubo que mezclar la Stella que ya traía en la panza con la Heineken de la barra, pero no escuché quejas de mi paladar así que supongo que tampoco le cayó tan mal la idea.
El grupo abridor, una grata sorpresa, una banda neozelandesa llamada Street Chant. Un rock simple, de garage, pero muy bien ejecutado y con un innegable appeal. El baterista, que tocaba bastante perrón, tendría no más de 16-17 años, y los otros 2 miembros eran mujeres, sorprendentemente. Por cierto, creo que tuve un crush inmediato con la bajista pues no tenía malos bigotes, aparte de que pensándolo bien, hay algo extremadamente sexy en una mujer que sabe tocar un instrumento musical...



Pues estos monos tocaron por algo así como 6 u 8 canciones, y cuando presentí que estaban por abandonar el escenario me decidí a ir en chinga al cajero, que se encuentra situado a unos 100 metros del bar. Mi amiga gringa Meredith, que fue quien compró los boletos y confesa admiradora in extremis del tal Jack Blanco, no quiso ir pues para entonces habíamos apañado un lugar en la primera fila, recargándonos en la barrera de metal. Mal por ella, pues se hubiera dado el gusto de su vida: justo al salir, vi una camioneta de renta, de la cual salieron unos 8 monos, todos vestidos de negro, entre los cuales reconocí sin problemas la esbelta y pálida figura del virtuoso de Detroit. Pasaron con paso apresurado enfrente de mí, a escasos 3 metros de distancia. Algo que evidentemente no me pasaría en otro lado. Pero como no era Robert Smith ni Michael Stipe ni Roger Waters, ni me pasó por la cabeza hacer una escena de histérico pidiéndoles un autógrado ni nada de eso. Y la verdad no se veían con demasiadas ganas de ser reconocidos (y no había mucho riesgo, pues cuando esto pasó sólo había otra persona más a la vista).
En fin, no daré una reseña del concierto; simplemente me limitaré a confirmar sus sospechas: sí, estuvo muy chingón, quizás más de lo que esperaba. Se nota en seguida cuando uno está en presencia de músicos consumados, el dominio de los instrumentos, el escenario, la sincronía con los demás.

Ahhh y por cierto Alison Mosshart también es un bombón. Supongo que tengo una obvia debilidad por las rockeras.



Y no, Patti Smith no cuenta.

miércoles, 17 de marzo de 2010

If the devil is 6, then Don Rosco is 7!

Y pensar que hace no más de 2 años sólo conocía a los Pixies (como la gran mayoría de las personas, imagino) por canciones como Where is my mind o Here comes your man. Pues resulta que finalmente, el plazo se cumplió, después de meses y meses de babear constantemente pensando en que mi primer concierto (que digne ser llamado así) em tierras australes sería el de estos maestros de la música realmente alternativa.
Todo salió bien, desde el hospedaje en un muy mamón hotel con vista al jardín botánico y a la Opera House en el piso 17, unas buenas chelas que he de decir, hubieran podido estar más frías. No importa, la cosa es que como era de esperarse, cero desmadres para entrar, todo bien organizado, sin nacos completamente empapados en sudor empujando a todo mundo, en fin, ustedes ya saben a qué me refiero. Claro que todo esto tiene un precio, el cual resulta ser el triste hecho de que una cerveza cueste AUD $7. Aunque puesto en perspectiva, es casi lo mismo que el precio en cualquier bar, así que tampoco es para cortarse las venas.
Increíble, pudimos meternos entre la gente hasta quedar a escasos 20 metros del escenario, contando todavía con un espacio personal bastante decente. Espacio que una mujer pasó invadiendo por al menos media hora durante los cuales al parecer decidió que la mejor manera de aliviar su comezón en el pecho era justamente, frotarse contra mi espalda. Digo, quién soy yo para quejarse, lástima que se veía a leguas que era fan old-school del grupo y quién sabe qué chingados se habría metido; escena curiosa, ver a una cuarentona en ácido. Y seguro no era la única porque el promedio de edad se acercaba bastante a los treinta. Al menos, fans de los de a de veras.
En fin, mis expectativas eran muy altas, y estos cabrones no decepcionaron. Después de tres canciones, que la verdad no podría nombrar, dio inicio el playlist de Doolitle, con lo que el corazón casi se me sale del pecho. Es que el álbum comienza con Debaser.





No tengo palabras para describir la emoción, la euforia y la inconmensurable felicidad de estar ahí, en ese momento. Recordé que pocas cosas son tan intensas y gratificantes como ver grupos chingones en vivo. Y estos cabrones, que ni parecen rockstars (Black Frank es un gordote que hace ver la guitarra como un juguete, y la bajista es literalmente una señora, que según yo no tenía malos bigotes hasta que recordé que ya no estamos en los ochentas y que los años pasan factura) dieron una cátedra de cómo se hace y ejecuta la música que en su momento transgredió y que hoy sigue siendo una verdadera chingonería y un legado para la humanidad con buen gusto. Sin duda, directo a mi top 5, y vaya que esas son palabras mayores, viniendo de alguien tan atascado como un servidor.
Lo que me lleva a dos puntos que quiero mencionar para concluir este capítulo:

1) Muy pronto voy a hacer una lista tratando de incluir a todos los artistas que he visto en vivo, lo cual seguramente traerá un torrente de recuerdos muy muy gratos. Por no mencionar el dineral que he invertido en esta adicción a lo chingón.

2) Hace muchos años, me dije que había tres grupos que tenía que ver en vivo antes de morir: esos eran, sin ningún orden particular, R.E.M., Depeche Mode y The Cure. En aquel entonces mi rango era bastante más limitado (y cómo no, con los rateros de mixup y sin la bendición llamada vuze/ azureus), así que yo pensaba que una vez cumplido el caprichito, me iba a poner en paz. Qué equivocado estaba... el ser humano es, antes que racional, atascado. Y entre más tienes, más quieres y más te atascas. Ahora, aunque puedo decir con toda tranquilidad que estoy más que satisfecho con todo lo que me ha tocado, la lista sigue y sigue creciendo y no se ven señales de que vaya a ser de otra manera. Al menos hasta que me sienta ridículo yendo a conciertos rodeado de mocosos de la mitad de mi edad, lo cual espero no pase hasta que tenga ochenta años.
Así nomás, de rebote, nombro unos cuantos: Black Rebel Motorcycle Club, The Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine, Rolling Stones, Röyksopp, Sigur Rós, Phoenix, Muse, Mgmt, The Mars Volta, Keane, Franz Ferdinand, Pulp (si se reunieran estaría de poca madre), Cocteau Twins (lo mismo) y Arcade Fire.
Quién sabe, algún día...

lunes, 8 de marzo de 2010

Sobre-viviendo

Lo sé. Debería darme mucha vergüenza estar escribiendo por primera vez en el año. Pero ni hablar. Estaba leyendo el blog de DJ Frank y recordé lo divertido y entretenido de relatar esos episodios que para algunos (o más bien la abrumadora mayoría) son triviales pero que para otros simples como uno podrían fácilmente convertirse en una idea digna de un guión de Curb your Enthusiasm (el Seinfeld de la actualidad, por si alguien se lo preguntaba, aunque yo creo que es aún mejor...). Pues a mi seguro que me han pasado y en numerosas ocasiones a lo largo de unas extendidas y merecidas vacaciones por algunas inhóspitas partes del mundo.
En fin, me encuentro en el último semestre finalmente, ya un poco apresurado por terminar. Es cierto: uno se vuelve codicioso una vez que ha trabajado y disfrutado de los frutos de ganar dinero y tener ingresos constantes. Eso de ser estudihambre no está taaaaan padre. Pero poder levantarse tarde probablemente lo compensa casi en su totalidad.
Aunque no es tan malo ahora que tengo trabajo más estable que antes. Ahora que lo pienso, esta es la primera vez que hablo de mi trabajo en este blog. Wow, cómo pasa el tiempo.
Nada que no amerite su propia entrada, por supuesto. El caso es que ahora es una etapa de transición, de adaptación y de aprendizaje.
Todo comenzó con ese viaje purificador. Luego el inicio del año confirmó que ya nada sería igual, que un nuevo ciclo estaba aquí, una oportunidad para empezar nuevas cosas, dándole una vuelta a la hoja del 2009.
Y a mi vaya que me cayó de poca madre. Hacía mucho que no me sentía tan liberado (creo que desde que me rehusé a dar un anillo forzado y absurdo) de finalizar una relación. Y es algo gacho, ver a otras personas y tener pensamientos pecaminosos. No porque fuera a hacer algo, yo no soy de esos: simplemente quería la libertad de poder hacer lo que me diera la chingada gana.
Y francamente tampoco está mal no sentirse culpable, ahora que uno puede devolver sin reparo las sonrisitas guerreras de las compañeras de chamba. Ya veremos qué pasa.
¡Ánimo! ¡Esto se va a poner bueno!